Perfiles

En corto: Sandra Fernández

La sommelier se embarca en el mundo de la enología y ayuda a los amantes del vino a tener un blend propio
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¿De dónde viene tu gusto por el vino y la enología?

Creo que debo tener alguna vena artística y de ahí que me encante crear, pero antes de que yo me dedicara a esto siempre pensé que mi terreno era la administración y contabilidad, eso de hecho fue el inicio de mi carrera, estudié administración en la Ibero, luego un postgrado en gastronomía y hotelería y después gastronomía en Italia.

¿Qué tan difícil es ser sommelier en México?

Yo no me puedo quejar, porque mi historia es muy linda. Desde hace 18 años que la ejerzo. Todo comenzó en el 2000 en Estados Unidos, en Napa y Sacramento, cuando regresé a México me encontré con un gran número de hombres que estaban iniciando el proyecto Tierra de Vinos, que fue un lugar que acercó el vino a la gente, teníamos más de 30 etiquetas por copeo, todo el menú estaba a maridaje, dábamos clases tres veces a la semana, hicimos importantes lanzamientos de grandes etiquetas, vimos nacer el boom del vino mexicano.

Después de dedicarte a la apreciación ¿cómo incursionas en la enología?

Todo inicia hace algunos años, cuando tuve la oportunidad de hacer tres vinos que fueron muy exitosos. Nacieron en un proyecto de consultoría que teníamos cuando existía Tierra de Vinos, trabajábamos para Mexicana de Aviación y cada seis meses cambiábamos carta, así fue que entendí cuál era el perfil de los clientes de esta aerolínea y por lo mismo propuse hacer un vino a la medida, fue tal el éxito que hoy sigue siendo un vino comercial y de los más vendidos en su categoría, es el 3v de Casa Madero. Después hicimos el 2v y continuó el proyecto con 3v centenario, que fue de producción limitada sólo para el festejo del centenario y bicentenario de Independencia y la Revolución.

¿Has trabajado para vinos que nacen como proyectos comerciales?

Sí, tuve oportunidad de trabajar con dos casas españolas, hicimos un Rioja y otro Rivera del Duero y estos llegaron a México a través de La Europea y la idea fue crear dos vinos que atraparan el paladar de los jóvenes mexicanos. Posteriormente trabajé con Santo Tomás y creamos el vino Akai.

¿Cómo empiezas a trabajar con personas y no con empresas?

Eso fue apenas el año pasado, tuve la posibilidad hacer un vino para un gran personaje, el arquitecto Juan Carlos Baumgartner. Esta mezcla la trabajamos durante casi un año y en noviembre de 2016 lo liberamos, la etiqueta se llama A y es completamente personal, para él y sus amigos, después de eso, en 2017 me dediqué mucho a ser la enóloga itinerante y por eso que durante este año fueron cinco las etiquetas que creamos.

¿Cuáles son?

La primera es el segundo proyecto de Juan Carlos, que ahora se llama L. También me buscó Rodrigo López Jurado, un empresario del deporte audaz y dinámico con quien me encantó trabajar, es hiperactivo y con mucha fuerza y cuando ya estábamos a punto de definir sus mezclas le gustaron dos y no pudo elegir y por eso creamos R y L. Además de este creamos Catarsis que es un proyecto que sí es comercial. También vimos el nacimiento de dos etiquetas una que se llama Deleite de los 6 y otra 9, los cuales nacen de dos grupos de amigos, que se unieron para costear la producción. Estos también fueron trabajos súper enriquecedores.

¿De quiénes te ayudas?

He colaborado con El Cielo, que está en Ensenada, y también estoy haciendo cosas con una bodega que se llama Wine Factory, que es una maquiladora de vinos, también en El Valle de Guadalupe, y tiene todas las instalaciones necesarias para hacer un vino de excelente calidad. Además estoy en pláticas para empezar a trabajar en San Luis Potosí, Guanajuato y Querétaro.

¿Cuánto tiempo necesitas para crear tu vino?

Lo mínimo son 10 meses, pero lo ideal es 1 año. Es un proceso que inicia con una cita en la que presento diferentes uvas y diferentes vinos de las regiones donde puedo trabajar; así empiezo a crear un perfil de cada uno de los clientes y con base en esto propongo algunas mezclas, las cuales analizamos en la segunda reunión. Ya para la tercera se define el blend y se inicia el proceso con la bodega. De ahí viajamos para ver los avances, siempre sabiendo que lo que probamos está en proceso y no es el vino final. La mezcla permanece en barrica cerca de seis y después alargo lo más que puedo su estancia en botella antes de entregarlo.

Fotos: Edgar Silva Fuentes S.

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