Perfiles

Guadalupe Alemán presenta su nuevo libro

 

La escritora Guadalupe Alemán Lascurain explora de forma divetida en su libro La mentira hambrienta, de Textofilia Ediciones, cómo un niño descubre el valor de la verdad.

 

¿Estás de acuerdo en que la mentira es el vicio más creativo?


Sí, absolutamente. Tal vez habría que cuestionar si es realmente un vicio.

 

¿Cuál es el mayor reto que enfrenta Gil, el protagonista del libro?

 

Salir de la tierra de las apariencias -mundo fantástico en el que se ve inmerso-, sin mentir. Es un personaje que está acostumbrado a decir mentiras para salir del paso y lo hace muy bien.

 

Por circunstancias que ya leerán, no puede mentir y se da cuenta que la vida sin mentiras se vuelve muy complicada, porque no es privativa de él, todos mentimos todo el tiempo.

 

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¿Qué te llevó a escribir este libro?


Uno nunca sabe de dónde surgen los libros. Acababa de escribir uno, la novela La domadora de miedos, en el que los personajes tienen que lidiar con el mundo real. Me pareció liberador soltar a este personaje (Gil) en un mundo absolutamente fantástico.

 

Tal vez esta historia surgió de que cuando uno escribe no tiene que estar atado a las convenciones del realismo, puedo poner a mi personaje en un mundo donde todo puede suceder.

 

¿Qué elementos crees que hacen atractivos a un libro para niños?


Que no sea condescendiente, que no los trate con el lenguaje oficial que se encuentra en los medios y ciertas publicaciones que tratan de mantenerlo en una burbuja rosada, donde nada malo pasa. La literatura infantil, al igual que la de adultos, trata de a naturaleza humana y todo lo que ella implica, ésta puede ser terrible, dolorosa.

 

La literatura infantil que leo, y más respeto, es aquella que con un lenguaje fresco y accesible para los niños trata todos esos temas de interés humano. Tiene villanos, personajes que se meten en problemas, dilemas morales, todo lo que buscamos en la gran literatura para adultos; claro, dirigido a un público que puede digerir esos contenidos de una manera diferente.

 

 

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La escritora Guadalupe Alemán Lascurain explora de forma divetida en su libro La mentira hambrienta, de Textofilia Ediciones, cómo un niño descubre el valor de la verdad.

 

¿Estás de acuerdo en que la mentira es el vicio más creativo?

Sí, absolutamente. Tal vez habría que cuestionar si es realmente un vicio.

 

¿Cuál es el mayor reto que enfrenta Gil, el protagonista del libro?

 

Salir de la tierra de las apariencias -mundo fantástico en el que se ve inmerso-, sin mentir. Es un personaje que está acostumbrado a decir mentiras para salir del paso y lo hace muy bien.

 

Por circunstancias que ya leerán, no puede mentir y se da cuenta que la vida sin mentiras se vuelve muy complicada, porque no es privativa de él, todos mentimos todo el tiempo.

 

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¿Qué te llevó a escribir este libro?

Uno nunca sabe de dónde surgen los libros. Acababa de escribir uno, la novela La domadora de miedos, en el que los personajes tienen que lidiar con el mundo real. Me pareció liberador soltar a este personaje (Gil) en un mundo absolutamente fantástico.

 

Tal vez esta historia surgió de que cuando uno escribe no tiene que estar atado a las convenciones del realismo, puedo poner a mi personaje en un mundo donde todo puede suceder.

 

¿Qué elementos crees que hacen atractivos a un libro para niños?

Que no sea condescendiente, que no los trate con el lenguaje oficial que se encuentra en los medios y ciertas publicaciones que tratan de mantenerlo en una burbuja rosada, donde nada malo pasa. La literatura infantil, al igual que la de adultos, trata de a naturaleza humana y todo lo que ella implica, ésta puede ser terrible, dolorosa.

 

La literatura infantil que leo, y más respeto, es aquella que con un lenguaje fresco y accesible para los niños trata todos esos temas de interés humano. Tiene villanos, personajes que se meten en problemas, dilemas morales, todo lo que buscamos en la gran literatura para adultos; claro, dirigido a un público que puede digerir esos contenidos de una manera diferente.

 

 

 

¿Cómo ves el panorama en la literatura infantil en México?, ¿está muy desarrollado?

Mucho. Estoy muy contenta porque veo continuamente a colegas que hacen cosas maravillosas, y editores dispuestos a publicarlas. Es maravilloso escuchar a Pancho Hinojosa, ver que se publica a Mónica Zepeda, Vivian Mansour, Jaime Alfonso Sandoval y todos estos escritores que están creando obras divertidas, inteligentes, en un lenguaje muy contemporáneo.

 

Se está abandonando el dirigirse a la infancia desde una perspectiva adulta, como si el narrador fuera un adulto que se dirige a un niño con el propósito de educarlo. Son cómplices del niño lector y ven el mundo con esa mirada infantil, pícara, transgresora y genial.

¿En qué crees que radica el éxito de libros como Harry Potter?

Recoge todo un imaginario que estaba allí flotando -las brujas, todo este imaginario gótico, el folclor europeo- y lo aterriza en un lenguaje muy divertido y accesible.

 

Los personajes están bien desarrollados, es posible relacionarse con ellos, que unos te caigan bien o mal; los niños chiquitos se enamoran de Harry, se relacionan con Hermione. Tiene las cualidades de las buenas novelas, uno quiere seguir leyendo.

 

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En el libro 'El árbol de las preguntas' abordas el tema de la adopción ¿qué tan complicado es en un libro para niños?

Mucho. Para mí fue difícil porque además soy mamá adoptiva. Lo escribí con mucha conciencia de que mis hijos lo van a leer y las palabras que yo ponga ahí van a resultarles particularmente significativas. Por eso también me ayudó a pensar en todos los demás niños que estaban en la misma situación.

 

Uno quisiera que los niños que uno adopta nunca tengan angustias, porque es más tranquilizador para ti poderles decir “ya te dije que eres adoptado, se acabó el problema, yo ya cumplí, no te estoy mintiendo”.

 

No es casual que muchos de los libros para niños que tratan este tema terminan en la llegada del bebé, todo es felicidad, hay una fiesta y fin. Quienes vivimos en familias adoptivas sabemos que no es así.

 

Empieza un proceso nuevo.

Claro, y va a durar toda la vida, con momentos de dolor y felicidad. Fue un reto alejarme del discurso dulzón y esquemático: “eras como un angelito que llegó del cielo, tus papis te recibieron y ahora somos felices”. Puede ser adecuado en cierto momento pero un niño de 10 años ya no se compra eso.

 

Se pregunta de dónde salió, por qué su madre biológica decidió darlo en adopción. Por eso intenté agarrar el toro por los cuernos, crear un personaje que llega a los 10 años y todas esas preguntas que están latentes vuelven a resurgir a raíz de que le piden una tarea y debe responderlas.

 

¿Alguna mentira en esta entrevista?

En realidad no soy Guadalupe (risas), no, no es cierto. No conscientemente, quizás todo. Cuando contestas preguntas y organizas mentalmente la información, tratas de que suene coherente, la realidad es diferente a como se enuncia.