Perfiles

Cósima Ramírez, la chica magnética que creció en el colorido de Ágatha Ruiz de la Prada

Cósima creció rodeada de color y ahora quiere que la gente use sus creaciones para ser feliz y cambiar realidades.
Cósima Ramírez, hija de Ágatha Ruiz de la Prada.
Sergio Bejarano

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Por: Arturo Emilio Escobar  Fotos: Sergio Bejarano  

En su segunda visita a la Ciudad de México, Cósima Ramírez nos muestra su mundo, tanton en el que creció como en el que ahora vivie, trabajando para la empresa familiar: Agatha Ruiz de la Prada. Sin prejuicios ni miedos, ella quiere que la gente sonría y sienta felicidad al usar sus creaciones, tanto como para cambiar realidades.

Desde hace un par de años desarrolla su vida en Ma­drid, pues trabaja de lleno en el estudio de la marca familiar: Agatha Ruiz de la Prada. Desempeñándose como jefa de relaciones internacionales, Cósima Ramírez Ruiz de la Prada es observadora, sonríe más a menudo de lo que lo hace el común de las personas, y es que, a sus 29 años, la joven creativa mira el mundo con otros ojos, y si no le gusta lo que ve, entonces lo colorea.

La inconfundible Ágatha, su madre, no cambia cuando ejerce el rol de jefa o diseñadora, es impara­ble, divertida y sumamente demandante, pero tratar de seguirle el paso es agotador. Su hermano Tristán también trabaja en la marca, y qué mejor porque él siempre calma las aguas, es el más pacífico de los

Ramírez Ruiz de la Prada, una familia española que ha consolidado un mundo variopinto, y qué mejor, porque una vida gris es sinónimo de monotonía.

“A cada minuto aparecen nuevas marcas, el mundo de la moda está saturado, pero la clave es tener inspi­ración: nuestro propio universo Ágatha, una identidad muy clara, por eso no nos perdemos, pues es fácil confundirse al intentar seguir las modas”, comparte Cósima, quien estuvo de visita en la Ciudad de México, de camino a Oaxaca donde asistió a una boda. “Hoy se diseña al revés, pensando en lo que más se puede vender, pero a mí me encanta proponer cómo quiero que se vista la gente, es una manera de ver la moda más llena de ilusión y fantasía, menos mercantilista, es un camino que para mí tiene más valor creativo”.

Graduada en Historia por la Universidad de Brown, Cósima es la hija rebelde del periodista Pedro J. Ramírez, fundador del periódico El Mundo, quien a pesar de haberse divorciado de Ágatha, sigue muy presente. Por eso, cuando le preguntan ¿cómo ha sido tener unos padres tan peculiares?, entre risas responde, “como nunca he tenido otros, pues no puedo compararlos, es lo que me ha tocado y lo mismo sucede con mi casa, porque es multicolor, fosforita, con todas las tonalidades a la vez”, continúa. “De hecho, cuando mi madre vio cómo quería decorar mi cuarto me dijo: ‘demasiado color, te vas a volver loca’, pero no me pongo nerviosa, he crecido en esa vibración, me resulta de lo más normal del mundo. Yo no entiendo una casa gris, ahí estaría casi ciega, pero también sé que tengo suerte, porque ha sido fácil mi entrada al mundo laboral de Agatha Ruiz de la Prada, cuya estética visual me ha acompañado desde pequeñita”.

Magnetismo le sobra a la heredera del aristocrático imperio español, pues Ágatha Ruiz de la Prada también es XIII marquesa de Castelldosríus grande de España y XXIX baronesa de Santa Pau.

 

“Desde que era niña, mi madre me inculcó un principio de vida, porque me decía: ‘Si consigues ser feliz trabajando, entonces ya podrás ser totalmente feliz’, por eso creo que es muy importante dedicarse a algo que te divierta, la vida es muy corta como para estar amargado y haciendo sacrificios por algo que no te inspira ni te mueve. Mis padres son empedernidos, no saben cómo tener unas vacaciones desconectándose por completo de la oficina, quizá valoran demasiado el trabajo, pero ahora sé que todo en la vida es educación y que trabajar no es necesariamente un sacrificio”.

Semanas de la moda, viajes, eventos, nuevas fragancias... 

Desde 2014 trabaja oficialmente para Ágatha Ruiz de la Prada, sin embargo los desfiles, los dulces perfu­mes y el backstage siempre han estado ahí. Todavía recuerda cómo siendo niña la cuidaban las modelos y las maquillistas tras bambalinas, escuchando el aplauso tras presenciar los lanzamientos.

“Cuando me incorporé a la marca me parecía muy importante ir a todas las fashion week, que me vieran en todas las pasarelas, inmersa en ese movimiento excitante y frenético, pero la verdad, ahora me perdono ese tipo de cosas y últimamente sólo voy a nuestros desfiles, porque el mundo de la moda es divertido, pero hay mucha tontería, por lo cual hay que centrarse. Hoy ya no me impresiono por los demás”.

El atuendo que usó su madre en la boda de los Príncipes de Asturias; con enormes corazones a juego con medias bicolor, el vestido con un gigante huevo estrellado o los tenis-tarta con suela de 12 centímetros, todo eso y más surgió de un ADN surrealista. “Porque es importante reírse de uno mismo en el día a día y cuestionar los límites. La imaginación humana es muy potente y hay que disfrutarla en su aspecto lúdico”.

No todo es color de rosa

Sin tener miedo a la realidad, impuesta o no, tampoco a las circunstancias adversas de la economía o la po­lítica ni a la mala suerte en la que se encuentra mucha gente. Cósima apela al sentido del humor, “porque dentro de todas las tragedias, la vida también es un gran chiste cósmico y hay que escabullirse haciendo guiños al surrealismo”.

Todo el mundo —no sólo España— está en una situación incómoda, de decepción, “no sé qué nos pasa, pero cuando hablo con gente de sitios muy distintos, se sienten frustrados, la corrupción está por todos lados, la miopía tiene que ver en que nos hemos convertido en una sociedad consumista, alejándonos de nuestra naturaleza, lo que nos lleva a la desesperación”, advierte.

“Aquí en México hay problemas serios como el narcotráfico, y da mucha rabia porque lo más humano es querer que a tu comunidad le vaya bien, tal vez soy ingenua, pero es lo que tiene más sentido común. Yo rechazo la violencia y la falta de empatía, pero estamos poco humanizados y es una pena. Con la educación podríamos cambiarlo, si criamos a los chicos a darse cuenta de lo reconfortante que es ayudar al prójimo, de lo bien que se siente, sería más fácil hallar respuestas, pero ahora mismo estamos alejados de ello”.

Es así como la filosofía de su marca también es un estímulo para intentar salir del negro profundo que invade el mundo, porque urge un cambio energético. “Nuestra propuesta es una redención, nosotros no nos tomamos la vida demasiado enserio. Al vestirte como un huevo frito, el morbo y la gracia te transportan a otra realidad, es algo contagioso y es la cosa más bonita de la marca”, revela Cósima dibujando su eterna sonrisa. “Los colores son felicidad y, aunque pueda parecer muy superficial, tienen un propósito mucho más profundo, cuando notas que la gente se infecta de buen rollo, sabes que necesitamos replicarlo en todos los ámbitos”.

Amar la libertad

Enamorarse es algo natural, necesario, tanto como respirar y sentir el deseo de compartir el tiempo con quien nos apetezca. No obstante, encontrarse a uno mismo es todo un proceso, “pero también es una aventura y ése debería ser el gran romance de la vida: con uno mismo. Saber soportarte y entender lo que te preocupa, saber quién eres es toda una complicación”.

En su momento, no reparó en compartirle al mundo que se había enamorado de una mujer, diciendo: “Es cruel que te juzguen por tu sexualidad”. (Vanity Fair España, 2017). “Aquél revuelo me sorprendió, la verdad me dio la sensación de que no eran tan abiertos como yo pensaba, pero bueno, creo que en mi generación ya se han derrumbado tantos tabús y esquemas que yo me siento muy libre de muchos prejuicios que, quizá, existan en otras partes del mundo. Al final, el prejuicio es algo que te han enseñado y que no necesariamente tiene legitimidad por tu propia experiencia”, continúa la también creadora de Pattermania, dos nuevos perfumes Gotas de Color de Agatha Ruiz de la Prada.

“Como persona tienes que empezar desde cero a partir de tus propias experiencias, según vas avan­zando en la vida, porque tomar los valores de alguien más con fe ciega es mucho fiarte. Yo prefiero confiar en mis propios criterios que, dependiendo de la cir­cunstancia en la que esté, tomo decisiones y a veces se requiere valor, pero es lo más sano”.

Ser una figura pública también es un acto de valentía, porque siempre habrá señalamientos o reproches, asimismo aparece una responsabilidad mayor: la manera en que se muestra ante la vida, porque hay otras chicas que la imitan, que se iden­tifican con lo que siente, viéndola incluso como un ejemplo a seguir.

“Dentro de lo posible yo intento ser lo más honesta que pueda, porque ser sincera o sincero se ve cada vez menos en esta sociedad y por eso se valora. Ser libre es algo muy natural para mí y si soy sincera espero inspirar a otros para también serlo y cada uno estará más contento consigo mismo. Tener la convicción de quererse a sí mismo, de verdad y no porque otros te valoren, ésa es la verdadera libertad”.

Sus paradigmas 

Aun cuando apenas tiene 29 años, “de vez en cuando siento ansias de estar con dos grandes sombras a mis espaldas, por lo cual quiero forjar mi propio camino y, de cierta manera, dejar de ser la hija de... Espero que llegará ese día, por supuesto es mi aspecto más frívolo, pero detrás de él me gustaría que hubiese una misión o una aportación, un legado creativo o intelectual que estuviese a su par, digno un poco de las oportunidades que se me han dado”.

Asimismo, se sabe afortunada porque su trabajo en Agatha le da una voz que otras personas de vez en cuando escuchan y, como a muchos de su generación, también le interesa hacer un gran cambio colectivo por la ecología, porque las perspectivas son muy preocupantes de lo irresponsables que hemos sido con la naturaleza.

El ideal, asume, es volver a ser profundamente conscientes, “porque mucha gente está anonadada por la modernidad, sin darse cuenta de dónde viene el valor real de la vida. Por supuesto, toma tiempo irlo aprendiendo, pero el fin es aportar al bien mayor, es una pequeña ambición que todos deberíamos tener en mente”.

Nuestra manera de ser 

Su propósito es claro: hacer sentir bien a la gente, porque el color es una liberación, cambia la manera de estar. “Los mexicanos lo entienden muy bien, porque en su folclore y en sus raíces hay una parte muy colorista con la que combaten las cosas más pesadas de la vida. A su vez, mi madre lo ha hablado muchas veces, diciendo que sus diseños han sido una salvación para ella, un remedio a la depresión, por eso lo ha visto como algo terapéutico, incluso yo también lo percibo así”.

Además, vivir en un mundo agathizante es con­tagioso, porque cuando Cósima entra a un lugar y va vestida de pies a cabeza como un arcoíris, “la gente de ahí, por mucho que no quiera, no puede evitar sonreír, entonces con una cosa muy pequeña mejoro el estado de ánimo de alguien más y eso tiene impactos bené­ficos que no alcanzamos a medir. La edad no existe, es algo mental, de actitud, porque hoy diría que soy más viejecita que ninguna veintinueveañera, y luego pienso ¿qué he aportado a mis casi 30 años de estar aquí? ¿Qué tengo para enorgullecerse?”.