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Stories by Sofía: Vegetarian epic fail

Les tengo que confesar algo. No sé por qué, pero tengo un mega prejuicio en contra de los vegetarianos
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Les tengo que confesar algo. No sé por qué, pero tengo un mega prejuicio en contra de los vegetarianos. Y vaya que de verdad soy una persona que procura no juzgar jamás a nadie, pero esto me cuesta. Yo creo que ha de ser coincidencia que la mayoría de los vegetarianos que conozco me caen medio mal, ¿no? O sea, no creo que el hecho de que me caigan mal realmente recaiga en que no coman proteína animal. O en una de esas igual y sí existe una explicación científica que vuelve medio insoportables a los veggies por falta de alguna proteína u hormona o algo, quién sabe. El caso es que (generalizando) no los soporto.

Una de mis mejores amigas es vegetariana, pero es de ésas que ni cuenta te das porque ni te da sermones, ni te regaña por usar piel, ni la arma de jamón de tofu por comer en equis restaurante. Se adapta perfecto a cualquier situación y circunstancia. Pero seamos sinceros, la mayoría no son así. Ya les había confesado una vez que otra de mis manías y reglas para datear ó no datear a alguien, pero aquí les dejo un nueva.

Hace un par de meses me invitó a salir un actor guapérrimo. De esos extranjeros que llegó a vivir aquí y se le nota lo extranjero; acento, altura, ojo claro, el paquete más que completo, aparentemente. Al fin logramos cuadrar un desayuno entre sus horas de grabación y mi horario de infarto y fuimos a mi tan consentido Garabatos. Como es mi costumbre, yo llegué en pants. He notado que entre menos producción vea un hombre que hiciste por él, más se intriga.

El primer mini infarto me lo llevé .7 segundos después de sentarme a la mesa. Resulta que era de esos hippies tan naturalitos que ni cafeína toma. Cafeína, entiéndase ni café ni té. Ahí estaba la foodie más pasional de México (yo) compartiendo una mesa con un dude que estaba tomando agua hervida (ewww).

Como es común de los vegetarians, pescatarians, vegans y cualquier otra corriente de personas que limitan su alimentación, se tardó menos de cinco minutos en decirme y explicarme cuál era el estilo alimenticio que él implementaba en su vida para ¨conservarse así de bien¨ para toda la vida (léase en voz de dude tronado que le pega a las pesas, con todo y la sonrisita chueca).

Ni cómo explicarles a ustedes que ya veía venir un sermón agonizante si me ordenaba lo que el corazón y la barriga verdaderamente me estaban pidiendo. Enterré mentalmente a las enfrijoladas con chorizo que llevaba toda la mañana saboreando y opté por un tazón de frutos rojos con yogur griego por qué, neta, ¿quién la arma de pedo por un tazón de frutos rojos con yogur griego?

Ohhhh sorpresa… ¡Él! Jamás imaginé que este platillo nos llevaría a un pleito tan temprano en nuestra apasionante relación.

Todo iba bien hasta que decidí verter la miel sobre mi bowl para darle sabor a la granola y a ese yogur que así simple tiende a ser muy amargo. La inconsciente de mí, tomó del mango el tarro de miel y lo veía a los ojos mientras él me platicaba. Juro que fueron como 15 segundos de estar decorando mi desayuno con el chorrito de miel y haciendo figuras y patrones y de pronto dejó de hablar.

El argentino (tenía que ser) llevó las manos a su cara y quedó congelado. Les prometo que primero pensé que algo le entró al ojo, luego supuse que le dolía la cabeza y, finalmente, imaginé que tenía que haberse quedado dormido en tiempo récord porque ya llevaba varios segundos así. Voltée a mi alrededor para ver si todo el mundo se había congelado o sólo era mi extraño date… sólo era él, ahí por si tenían la duda.

Empecé a comer sin cuidado alguno esperando a que le diera la gana subir la mirada nuevamente y cuando volvió a incorporarse dijo: “¿Sabes cuantas abejas mueren por cada cucharada de miel que alguien se come?” Para mi suerte acababa de ver el programa de Netflix llamado Rotten y el episodio sobre la miel, así que sí, sí sabía. No lo tomó muy bien y yo tomé la siguiente oportunidad para salir corriendo de ahí. Sobra decir que no hubo segundo date.

Tampoco me gustó que no usara loción, pero ya mejor ni me metí en ese asunto porque ya ven como me fue con lo otro. Finalmente terminé por aprender que cuando sin querer salgo con un vegetariano lo mejor es decir que yo también lo soy y pedirme una ensalada y luego jamás volverlos a ver. Me pasó con otro chavo que me hice pasar por vegetariana, no volvió a saber de mí y la próxima vez que me lo topé me estaba zumbando una hamburguesa con tocino, se quedó sacadísimo de onda. ¿Acaso no sabía que ser vegetariana es súper fácil cuando puedes comer tocino? Ésa es la dieta que recomiendo.