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Artista mexicano creó un memorial para víctimas de covid con robots, arena y fotos de quienes se han ido

A través de fotos enviadas por familiares, un robot dibuja la imagen de quienes murieron por covid para hacer memorial.
La arena fuera del reloj.
*Especial

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Por Arturo Emilio Escobar

El Museo Universitario Arte Contemporáneo presenta la exposición virtual La arena fuera del reloj. Memorial a las víctimas de covid, una propuesta de Rafael Lozano-Hemmer para reconciliarse con la vida, despidiendo a un ser querido a través de una imagen producida en tiempo real

 “Durante la crisis sanitaria, cada muerte añade al dolor de la pérdida la imposi­bilidad de la expresión colectiva del luto en rituales funerarios y de despedida”, señala Rafael Lozano-Hemmer (Ciudad de México, 1967), quien propone la creación de un memorial remoto y participativo para las víctimas de la pandemia; para ello, “convoco a los deudos y amigos de quienes perdieron la vida en 2020 a enviar retratos fotográficos que se integrarán en un homenaje llevado a cabo por medio de la telepresencia”.

Si entras a la página: muac.unam.mx puedes ver la sección de exposiciones, donde está la muestra La arena fuera del reloj. Memorial a las víctimas de COVID-19. Para participar necesitas registrarte y dedicarle unas palabras —máximo 500 caracteres— a algún familiar o amigo que hayas perdido a causa de la pandemia, así como subir su retrato. Si no hay imágenes en espera, tras unos minutos, en tiempo real, el brazo robótico de la máquina 3D empezará a trazar la fotografía que mandaste soltando granos de arena, cuyo proceso podrás ver de principio a fin a través de la pantalla.

Para finalizar, antes de que se levante la plataforma que deja caer la arena, des­vaneciendo la imagen, automáticamente su sistema toma una fotografía de la obra para que forme parte del homenaje, integrando el obituario con —hasta el momento— 212 mensajes de afecto. Esta secuencia de Lozano-Hemmer es un altar compartido y un ceremonial adaptado a las condiciones de vida y tecnologías del siglo XXI.

“Éste es un tiempo de pérdida in­conmensurable, más de un millón de personas han perdido la vida durante la pandemia por la covid 19, de las cuales más de ciento treinta mil son de México. En algunas geografías, las muertes han duplicado o triplicado la mortalidad promedio de un año. Ésta es una etapa cruel, donde todos, en mayor o menor cercanía, hemos visto sucumbir a familia­res, colegas y amigos”, relata Cuauhtémoc Medina, curador del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC).

 

“Nos rodea un dolor multiplicado que ha empeorado por las limitaciones para asistir a funerales y ceremonias de todo tipo, impuestas por nuestros pobres recursos de control de la pandemia: el distanciamiento y la cuarentena. Quizá la muerte jamás había sido un dato tan terriblemente privatizado. Quizá la vida nunca debería tener como destino ter­minar sin los gestos que dan testimonio de cada despedida, como parte de una cadena de historias y generaciones que involucran la presencia y fraternidad de los vivos, los muertos y los aún no nacidos”.

Entre las múltiples posibilidades de vida que ha puesto en juego la pandemia está el derecho mismo al duelo. Esta nueva mortandad, asume el curador, ha echado por tierra la petulancia de nuestra expectativa sobre los poderes de la medicina y la tecnología, y ha ra­dicalizado la poco digna forma en que nuestra sociedad aborda el trabajo de acompañar la muerte de los otros.

“Además del monstruoso confina­miento, el peligro del contagio nos ha privado de siquiera tomar la mano de quienes amamos en el momento de su tránsito. El dolor no se mitiga y se sos­tiene de la experiencia colectiva del rito y la expresión pública de duelo. Casi sin remedio, hemos llegado al punto donde el dolor ocupa el más mínimo espacio posible de expresión: una docena de caracteres torpemente expresados en un mensaje electrónico”.

 

La arena fuera del reloj ofrece un intento de transformar las condiciones a las que nos ha forzado la epidemia para participar en una obra pública de duelo. Durante un tiempo, familiares, amigos y dolientes podrán compartir con la sociedad el rostro de aquellos a quienes apenas han despedido.

“No nos equivoquemos: si bien una máquina es la autora de este retrato que se transmite a la distancia por vía de paquetes de electrones, la conexión que establece entre nosotros es una honda corriente que atraviesa nuestra mente y nuestros cuerpos. Aunque la acción ocurre en la red desmaterializada del internet, tiene como objetivo ser un memorial plenamente tangible: en tiempo real asistimos a la creación de un rostro trazado en la arena, ese medio que marca tanto paso del tiempo como nuestra propia materialidad”.