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Unidas por un mismo amor: Vanessa Coppel

Reunimos a 10 mujeres exitosas para celebrar el Día de las Madres

RSVP Staff

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Profesión: Licenciada en relaciones internacionales, terapeuta en adicciones y maestra  Hijos: Inés, Santiago y Olga

"Siento que mis hijos me enseñaron todo lo que hay que saber de amor incondicional.”

 

Para Vanessa, la mañana comienza con los buenos días para sus tres hijos, regalándoles algunos besos, como lo hacia su madre. Atípica a los estándares de una mamá moderna, la mazatleca busca un equilibrio entre su vida familiar y laboral, porque “si tienes disciplina, concentración, paciencia y eres una persona muy comprometida con tu propósito, no veo por qué tenga que ser complicado”, asegura.

¿Cuál fue tu reacción cuando te enteraste que ibas a ser mamá?

Lo que sentí fue terror, pensé que no estaba lista para serlo, a todo lo que creía que sabía de la vida en ese instante le dieron delete y se me olvidó.

Empecé a preocuparme si verdaderamente sabía lo suficiente de mí como para poder traer a otro ser a este mundo, que dependiera de mi mejor criterio y capacidad para crecer, ese fue mi proceso, no dije ¡wow! al momento, pero eso llegó después.        

¿Cómo fue tenerlos en tus brazos?

Tuve una sensación de sobreprotección, porque percibía a esa criatura sola en el mundo, que no sobreviviría sin mí. El amor fue gradual, porque vas aprendiendo a desarrollar esa habilidad generosa que llega hasta que tienes un hijo, pero no viene con el niño, se genera poco a poco, hay que conocerse y aceptarse, porque ni a ese niño le dan a escoger a su mamá, ni tampoco la mamá elije a su hijo, es un proceso de aceptación muy interesante.

Además de cuidar de ellos, ¿qué más haces?

Doy clases, son unos talleres que elaboré para reevaluar y recuperar lo humano en nosotros, empecé conmigo, muy joven, tenía como 15 años cuando me di cuenta que debía arreglar mi vida. Mi pasión es escuchar y estar atenta a las necesidades del otro, acompañándolo en el proceso de reparación. Trabajé en Oceánica algunos años y fue un parteaguas en mi vida, pero cuando me casé y llegué a vivir a la Ciudad de México, sentí que no tenía esa oportunidad. Me inquietaba hacer el mismo trabajo que en el centro y pensé que éramos los papás quienes estábamos muy jodidos y no lográbamos amar de forma incondicional a nuestros hijos, lo que producía conductas muy autodestructivas cuando se convertían en adultos. La verdadera prevención está en corregir a los papás o ayudarlos a encontrar su camino, así diseñé mi taller, que luego compartí con 12 amigas. Ha ido creciendo y ahora es un trabajo formal, tenemos muchos gru-pos a la semana con familias enteras.

¿Cómo es tu personalidad como mamá?

Mis hijos la definen muy bien cuando les pregunto, ¿qué no sé hacer bien y qué sí?, es bien chistoso porque ellos dicen que soy una mamá muy ligera, muy mazatleca, amorosa, pero pésima para regañar, porque siempre acabo platicando con ellos de cosas que aparentemente no tienen nada que ver con el suceso. También aseguran que trabajo mucho, que les gustaría pasar más tiempo conmigo y, en esencia, a mí también. Me he vuelto más paciente, inclusiva en mi forma de pensar, me quité muchos prejuicios y dejo que tomen sus decisiones, siendo responsables con las consecuencias.

¿Cuál es tu regalo perfecto para el 10 de mayo?

Que me llamen por teléfono, que me escriban en el chat. Ser la primera persona que les desea un buen día, saberme dueña de esa posibilidad: que sepan con quién acudir me hace sentir agradecida.

 

 

  Fotos: Sergio Bejarano, Fernando Canseco y Rodrigo Terreros

 

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