Perfiles

Reflexiones en el tintero

Un recorrido por los recuerdos que vivió junto a su mamá cuando ésta última padeció cáncer es el que realiza la sicóloga y escritora Mónica Soto Salmón en su libro Debajo de mi piel. “Escribo en honor a las batallas que enfrentó mi mamá de pie y por los pacientes, para dejar un legado de que su muerte no fue en vano”, comentó.

 

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Nallely Hernández

Licenciada en Comunicación por la FES Acatlán. Melómana, apasionada de la fotografía y le gustan los chocolates.

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Un recorrido por los recuerdos que vivió junto a su mamá cuando ésta última padeció cáncer es el que realiza la sicóloga y escritora Mónica Soto Salmón en su libro Debajo de mi piel. “Escribo en honor a las batallas que enfrentó mi mamá de pie y por los pacientes, para dejar un legado de que su muerte no fue en vano”, comentó.

 

La presentación se realizó  en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MuaC), donde Mónica, acompañada por el artista Héctor Falcón, encargado de desarrollar la portada del texto; María Elena Maza, representante en México del departamento de Asuntos Internacionales de la American Cancer Society, y Bertha Aguilar, presidenta de Fundación Cim*ab, habló de su nuevo proyecto editorial.

 

¿Por qué escribir sobre el cáncer?

Mi mamá fue paciente a los 48 años. Una mujer joven con cáncer de mama a quien le diagnostican seis meses de vida. Ganó muchos enfrentamientos por 6 años, tuvo 511 quimioterapias, hasta que falleció.

 

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Con tu experiencia, ¿el cáncer está ligado a los sentimientos?

Debemos de tener cuidado, hoy por hoy se dice que cáncer igual a rencor, ya le pusieron nombre y apellido. Creo que el ser humano es una entidad completa y lo menciono en mi libro. Esta enfermedad ha existido toda la vida, en los animales también lo hay, no es algo emocional nada más del ser humano. Siempre queremos encontrar una explicación a aquello que nos causa una angustia, porque es una enfermedad que muchas veces es igual a muerte, entonces con eso de que “te lo provocaste”, hay que tener mucho cuidado.

 

Mi consultorio está lleno no por la enfermedad, sino debido a que la gente siente una gran culpabilidad porque cree que se lo provocaron y se me hace terrible que socialmente podamos castigar de esa magnitud sin tener ningún tipo de pruebas de nada. Siento que es muy arriesgado decir “nosotros nos lo provocamos o se lo provocó”. Si eso fuera cierto, las cárceles no estarían como están. Los invito a hacer conciencia y entender que en este mal no influye sólo nuestra parte emocional.

¿Cómo fue revivir esta experiencia?

Muy dolorosa, lo hice porque se lo prometí a mamá antes de que muriera, ya había publicado una guía en argentina sobre los mecanismos de defensa que atraviesa el familiar. Entonces fue un riesgo enorme volver a vivir y sentir esto a flor de piel, sacarlos y encontrar una forma de permitirlo, una tarea difícil. Me siento muy satisfecha, sé que puede acompañar a toda persona que esté pasando por una situación similar.

 

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¿Qué proyectas en el texto?

Vas a encontrar que todo cambia, se mueve y, finalmente, lo que perdura son esos lazos que dejamos y esas huellas. Es una lectura en la que no te puedes dar por vencido en ninguna circunstancia, es un texto en el que aún habiendo una enfermedad mortal hay vida, esperanza, amor y esos lazos que son los únicos reales, que no nos llevamos nada cuando vamos a morir en algún momento, con cáncer o sin cáncer, y que tenemos que enfrentar ese miedo. Es bien importante saber que somos finitos, que vamos a acabar, como que nos vamos desnudando y despojando de esas cosas que nos impiden vivir.

 

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Saber que vas a morir es complicado.

Pero es lo único que tenemos seguro. Más vale que vayamos aprendiendo a morir y educando a las siguientes generaciones, porque creo que se puede vivir más sano y gozar más, sé que está muy trillada la frase: “hay que vivir el momento”. La realidad es que no la entendemos, es una frase que se dice muy fácil, pero que la mayoría no lo entendemos, siempre vivimos con apegos del pasado, cicatrices que nos han marcado en la historia en la que hemos vivido, a lo que anhelamos, lo que deseamos.

 

Es una negociación entre el pasado y el futuro brutal y se nos pierde este momento. El cáncer es un maestro de vida porque te llega y enseña que no hay horas después, porque no sabes lo que va a pasar. No dar por hecho nada en la vida nos permite despojarnos de esas ataduras sociales.