Perfiles

Juventud, valor y linaje: Juan Pedro Llaguno

Para ellos la tauromaquia no es sólo una afición, es un estilo de vida
Publicado el:

La dinastía Llaguno sigue estando presente en los ruedos, no sólo con el ganado, sino también con los toreros. Juan Pedro forma parte de este linaje, es bisnieto de Antonio Llaguno González, quien nació en 1878 y trajo el ganado bravo a México. De hecho, la Plaza México se inauguró con ejemplares de San Mateo, cuya hacienda estaba ubicada en Zacatecas.

DE TAL PALO... TAL ASTILLA

La cría de toros del bisabuelo de Juan Pedro comenzó en 1899 y con ésta se lidió la primera corrida en Aguascalientes, que fue un mano a mano entre Ricardo Torres Bombita y Fermín Muñoz, en 1906. La ganadería fue heredada por su abuelo, Antonio Llaguno García, y éste tuvo un hijo que se dedicó a ser torero, Juan Pablo.

“Tengo familia taurina por ambos lados: mi abuelo era ganadero y por el lado de la mamá de mi papá había matadores como Manolo Mestre, que fue figura del toreo en los años 20. También hubo varios apoderados de grandes figuras como el maestro Manzanares padre”, comentó Juan Pedro.

El legítimo heredero de la dinastía Llaguno sigue los consejos de su padre, Juan Pablo, quien fue figura taurina y dejó de serlo debido a una grave cornada que le perforó la vena safena durante su presentación en el año 2000 en La Plaza México. Para Juan Pedro, su padre fue su máxima inspiración, al igual que su hermano para tomar la decisión de dedicarse a la fiesta brava. “Desde pequeño veía a mi papá y a mi hermano Juan Pablo dedicarse a esto y toda la vida he crecido alrededor del toro. De niño, jugaba con los capotes que vendían afuera de La Plaza México y nunca pensé en hacer otra cosa”.

El apoyo de su padre ha sido fundamental. “Él me apoyaría aunque hubiera querido ser doctor, ingeniero o cualquier otra profesión”, mencionó. Sin embargo, los nervios de Juan Pablo Llaguno cuando su hijo entra al ruedo se dejan ver, y es que nadie mejor que él conoce lo que dan los toros. “Mi padre sabe que los toros no sólo dan satisfacciones y triunfos, sino también fracasos y cornadas”.

Ser hijo de una figura taurina como Juan Pablo Llaguno tiene sus pros y sus contras, ya que Juan Pedro sabe de viva voz de su padre las experiencias buenas y malas que se pueden tener en el mundo de los toros, sin embargo el reto de los descendientes de los matadores es ser igual o mejor que sus antecesores.

SACRIFICIO TAURINO

La primera vez que toreó una becerrita recién nacida tenía tres años, intentó torear con un capotito pero como no sabía, lo revolcó. Desde ese momento, Juan Pedro tuvo claro que quería ser torero y nunca hubo ninguna otra profesión en la que pensara.

Ahora, con 17 años, el fiel seguidor de los matadores Manzanares, Perera y Morante de la Puebla tiene muy clara su vocación: nació para ser torero, es por esto que desde que tenía 14 años viajaba todos los veranos a Sevilla para preparase en una escuela taurina. Desde agosto del año pasado ha sacrificado su vida de joven, trasladándose definitivamente a la Madre Patria, donde día con día entrena para convertirse en matador. “Sí es sacrificado; por ejemplo, casi nunca salgo, a lo mucho saldré de fiesta una vez al mes y la preparación consta de estar todo el día pensando en el toro. Desde que me levanto me pongo a correr y toda la tarde me la paso entrenando hasta que oscurece”.

Su madre, Gabriela Romero, no es igual a las demás madres de los matadores, ya que a ella le gusta que sus hijos sean toreros. “Mi mamá disfruta mucho cuando nos ve a Juan Pablo y a mí torear; de hecho nos graba y sin importar que el toro nos agarre fuerte, ella continúa con la cámara”.

DIFERENCIA DE AFICIONES

Ahora que reside en España, ha percibido la esencia de la afición española, que es completamente diferente a la mexicana. “Por ejemplo, en Sevilla no se oye ningún ruido cuando están toreando.

Solamente percibes el ‘olé’, y cuando sucede algo fuera de lo común escuchas murmullos que se acaban en segundos. Es un respeto hacia el torero y además sientes que te están poniendo atención a lo que haces”, comentó.

Sin embargo, como La México no hay dos. La porra de sol, de sombra, las respuestas del público son una tradición que a Juan Pedro le divierte. Juan Pedro quiere torear en España todo lo que se pueda y después “vendrán saliendo las cosas”. Hará temporada en América también. Y es que el ser joven le da más bríos para continuar con su sueño.

“Ahorita con todas las novilladas que hay y las escuelas taurinas, los toreros empiezan a sonar desde más jóvenes, y desde menor edad van triunfando”.

Aunque como su ídolo El Juli, no va a haber otro, porque lo considera alguien fuera de serie. La clave de ser figura para Juan Pedro es ser humilde, ya que se debe completamente a su afición y, por supuesto, goza lo que hace. “Cuando más disfruto es cuando el animal se deja torear, al principio cuando me toca entrar al ruedo sí tengo miedo, pero conforme va pasando el tiempo, me va gustando cada vez más”.

 

Fotos: Sergio Bejarano y Rodrigo Terreros

 

También te puede interesar:

Hombres más guapos del Old Hollywood