Perfiles

En corto: Tru y Donald Miller

El negocio del vino es apasionante y terminó por envolver a Tru y Donald Miller
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La intención de Tru y Donald Miller, fundadores de Adobe Guadalupe, era retirarse en un paraje tranquilo del Valle de Guadalupe en Ensenada para disfrutar de una vida en calma en una finca con animales.

La idea era tener un viñedo y producir uvas para vender a los productores locales. Trajeron uvas de Europa que para 1997 todavía no se sembraban en México y para 2000 tuvieron su primera producción.

Sin embargo, como dice Daniel Lonnberg, enólogo de la bodega, el negocio del vino es apasionante y terminó por envolver a los Miller. El resultado fue un producto que rompió paradigmas. Los vinos bautizados con nombres de Arcángeles se han colocado como los favoritos de un nicho de consumidores que aprecian la calidad impresa en cada botella pero además, han adoptado la filosofía de la casa como propia, afirma Tru.

Hoy en día transmiten expresiones diferentes de una misma tierra con una producción de entre 7 y 8 mil cajas por año, que con la adquisición de 80 nuevas hectáreas en el valle de Ojos Negros, esperan duplicar en el futuro próximo.

Como bodega relativamente pequeña ¿qué lugar aspiran a tener dentro del mercado?

TM.- Me gusta estar precisamente donde estamos porque no lo hacemos por dinero, francamente. Pero sí necesitamos vivir y sí vamos a tener una fábrica más grande, compramos terrenos en otros valles, pero porque la gente quiere nuestros vinos. Definitivamente no queremos tener algo tan grande que ya no tenga feeling, lo que me gustaría es llegar a 15 mil cajas que para mí es mucho, pero lo podemos manejar y no es porque yo lo quiera, sino para que más gente pueda probar nuestro trabajo.

¿Por qué consideras que la gente busca sus productos?

TM.- Los clientes que toman estos vinos se sienten parte de nosotros, llegan a mi casa y me dicen que saben todo de la bodega y quieren saber más. Yo no sé cómo sea en otras vinícolas, nunca trabajé en una, pero siento que tenemos algo que los demás no tienen.

DL.- Siento que tiene que ver con la historia que tiene la casa, cuando la gente prueba los vinos y luego conoce lo que hay detrás, como que logra entender el concepto y se enamora por completo.

¿Quién es el responsable de ese éxito?

TM.- Daniel nunca va a hacer un vino que a mí no me guste, me conoce muy bien y yo le tengo toda la confianza. Gracias a él es que hemos tenido tanto éxito, yo estaba pensando en caballos y vender las uvas, él es quien ha creado las mezclas.

Daniel, ¿para ti qué significó unirte a un proyecto así?

 DL.- Agarrar este caballo fue fuerte, pero no me dio miedo. Me sentí lo suficientemente seguro de la capacidad que tenía de lograr algo diferente.

¿Es un vino para ocasiones especiales?

DL.- Algunos sí, otros no, eso lo define cada persona, yo siento que el vino debe ser un producto cotidiano, que lo beban sin necesidad de pensar que es algo especial.

A pesar de que tienen variedades que no abundan entre el resto de las bodegas, están en el mismo valle y ustedes logran un algo diferente, ¿cómo lo haces?

DL.- Tenemos las uvas bajo un ‘mismo techo’ que las demás bodegas, lo que me toca a mí es trabajar con ellas y tratar de sacarles su mejor potencial a cada una de las variedades.

Fotos: Sergio Bejarano