Perfiles

En corto: Frida Harari Sitton

Frida Harari Sitton se abre paso en el mundo del séptimo arte con su segundo corto, Phosphenes. 

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Hace poco más de un mes, tu cortometraje ganó los dos premios principales del Festival Internacional de Cortos en Ottawa. ¿Cómo fue la premiación?

El corto ha estado en otros festivales a los que no había tenido tiempo de asistir. Pero me latió particularmente ir a Canadá, porque siempre resulta muy gratificante ir a esos festivales y ver los demás trabajos. Fue impresionante, ganamos como Mejor Cortometraje en la categoría drama. En cuanto lo recogimos, anuncian el mejor premio de todo el festival, La Monarca de Oro. Y nos la dan. Yo estaba volando de felicidad y mi mamá, que no habla francés, me decía confundida, ‘¿Qué está pasando?’. Nunca se la habían dado a un mexicano, siempre a canadienses o a franceses. Eso nos abrió muchísimas puertas en México y nos invitaron a otro festival en Canadá. El corto está en Bahamas, Alicante y el festival del periódico español ABC.

 

Phosphenes es tu segundo corto y es muy poético. Además de no contener diálogos, enseña a un artista y a su musa, con una fotografía impecable. ¿Cómo definiste la temática?

Mi formación es como de artista plástico, y siempre había tenido la curiosidad y las ganas de explorar el mundo del arte desde el cine. Es una reflexión para tratar de entender el arte; siempre me ha causado conflicto que muchas veces se vendan piezas y obras que las ves y piensas: ‘Eso lo pude hacer yo’, y ves un pedazo de ladrillo que cuesta millones de dólares. Y yo pensaba, ¿Por qué vendo yo lo que hago? ¿O mejor no lo vendo?

 

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¿El arte fue algo muy presente en tu niñez?

Mi mamá (Celia Sitton) es escultora y nací viéndola trabajar. Desde chiquita iba a su taller y la veía hacer unas esculturas de bronce enormes, monumentales. De ahí sale mi inquietud de pintar y estar haciendo siempre algo artístico. Ella siempre me ayudó mucho en cualquier iniciativa.

 

¿Desde el principio quisiste artes plásticas?

Estudié violín, guitarra, piano, canto, pero no toco ningún instrumento aunque lo estudié todo. Mi mamá siempre ha sido el ejemplo a seguir; ella fue una de las ganadoras de la Bienal de Arte de Florencia (1999) y fue un gran orgullo. Como siempre la vi haciendo eso, acabé en lo mismo; bueno, lo mismo pero diferente, aunque al final lo mismo. Como yo crecí viéndola triunfar, también era importante replicarlo. Mi mamá es mi mejor crítica, mi consejera de cabecera. Es quien me apoya de principio a fin, aunque sea una locura. Somos una familia de artistas.

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¿Cómo fue la producción de Phosphenes?

Para hacer el proyecto me tardé cuatro años. Desde que tuve la idea, fueron nueve guiones hasta llegar al final y quitarle el diálogo completamente. Ahí hicimos una campaña para conseguir fondos, y también hice un stand up comedy. Y lo grabamos de una vez, en un sólo día.

 

¿Y cómo es para una cineasta estar del otro lado de la cámara, en un stand up?

De hecho soy muy tímida, pero me encanta la comedia y hacer reír. Siempre había tenido ganas de hacerlo y ése era el momento ideal. No soy profesional ni nada, invité a mi familia y a amigos y me paré una hora y media para hacer reír a la gente. Lo que hice nada más fue hablar de mí, criticarme a mí misma. ¿Y sabes qué? Creo que es muy válido, hasta vender paletas en la esquina, aunque sea. Mientras tengas un sueño y tus valores bien puestos, una convicción de adónde vas y lo que quieres comunicar, no hay algo que te pare.

 

 

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¿Puedes explicar el porqué del título Phosphenes y la importancia de la fotografía?

Mario Gallo Gallegos fue quien hizo la fotografía, para mí uno de los mejores de México, y él hizo que se viera así. Es un corto impecable en cuanto a fotografía y yo lo quería exactamente así, con ese color muy tenue, unos rayos del sol, un juego de luz. Al final, hablamos de Phosphenes (fosfenos, en español) que significa crear luz de manera mecánica. ¿Cuándo nos tallamos los ojos y vemos lucecitas? Ésos son phosphenes. Yo quería verlos en toda la película. La fotografía es el personaje más importante de este corto.

 

Y los demás personajes, Liz Gallardo y Mauricio Ochmann, ¿cómo definisite tu elenco?

Yo buscaba dos actores espectaculares, que pudieran expresar lo que estaba tratando de comunicar de forma subjetiva porque es un corto mudo; hay música, pero ningún diálogo. A Liz la vi por los ojos, tiene unos ojos muy expresivos. Con Mauricio, fuimos a tomar un café y le enseñé el guión; a partir de ese momento, él se posesionó del personaje, lo hizo suyo. Se dio un clic en el instante.

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El cortometraje es completamente diferente de tu primer trabajo, Ésa de Rojo (2010). Son seis años entre uno y otro: uno tiene mucho color, música, coreografías; el segundo acontece en un cuarto de hotel, es mudo y orgánico. ¿Cómo se dio el cambio de estilo?

A diferencia de Ésa de Rojo, en el que fueron cuatro días de locaciones en la ciudad y con extras, con Phosphenes quería probar al revés. Tuvimos un día de rodaje y unos tres o cuatro meses de posproducción. Fue todo muy rápido; lo que tardó fue definir el concepto, cómo lo quería grabar.

 

 

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¿Qué dice eso de tu personalidad hoy? Es como si fueran dos personas distintas las autoras de los dos cortos...

Sí, de hecho soy otra persona. El artista al final saca lo que trae adentro, ¿no? Phosphenes es también el resultado de ser más natural, más libre en muchos aspectos de mi vida. Tengo mucho más claro lo que quiero. Ahora me estoy dedicando a mi primer largometraje.

 

 

“Mientras tengas un sueño y tus valores bien puestos, una convicción de a dónde vas y lo que quieres comunicar, no hay algo que te pare.”

Frida Harari Sitton