Perfiles

El torero consentido: Enrique Ponce

Torea en México y previo a su llegada nos habló sobre sus pasiones: el toreo y su familia. 

María del Mar Barrientos

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Cumplir 25 años en los ruedos es una gloria que le ha sido concedida al matador Enrique Ponce. Hoy torea en México y previo a su llegada nos habló sobre sus pasiones: el toreo y su familia.

 

¿Qué ha cambiado entre el Enrique Ponce que empezó a torear hace 25 años y el de hoy?

Creo que no ha cambiado tanto realmente. Profesionalmente he adquirido una madurez, un gozo y una perfección en mi toreo, que lógicamente se va aprendiendo con el tiempo. Mi concepto de toreo siempre ha sido el mismo, he sido fiel a un estilo clásico, buscando siempre la belleza y el lado más artístico de mi profesión. Sin embargo, la ilusión por torear la tengo más viva ahora que cuando empecé.

 

¿Alguna corrida en especial que recuerdes?

En tantas tardes han habido muchos momentos, pero me quedaría con las primeras corridas porque son las que más te marcan. Cuando inicié mi carrera toreando en Valencia y en Bilbao, y la primera tarde que salí en la Plaza Las Ventas, en Madrid, fue algo muy significativo; cuando me quedé solo con seis toros en la Plaza de Valencia con 18 años de edad. También cuando salí en hombros de la Plaza México, es algo que nunca podré olvidar. Son tardes que tengo guardadas con un cariño muy especial.

 

¿Se pierde el miedo en cada corrida?

El miedo vive contigo, forma parte del toreo. Hay veces en que uno tiene más miedo que otras, pero siempre existe ese sentimiento, primero por el daño físico que un toro te puede causar y después por el temor al fracaso, a defraudar a la gente y a ti mismo. Se vive con esa incertidumbre, ya que en el toreo no puedes controlarlo todo, cada día y cada corrida es distinta, el toro tendrá reacciones diferentes, y es cuando lo importante es saber anteponerse a él.

 

 

Fotos Guillermo Baltasar

 

¿Cuál es tu relación con México?

México significa muchísimo. He tenido el privilegio de entrar en los sentimientos de la afición, llegando a ser un “torero consentido” como aquí le llaman. Muy pocos pueden tener esta distinción que la verdad no sé por qué sucede, simplemente es una relación que existe entre el torero y la gente.

Voy a México todos los años desde 1992 y he hecho muy buenos amigos, por ejemplo, la familia Alemán es muy querida para mí y me siento muy agradecido con ellos por el cariño y porque me han acogido como parte de ellos.

Con el doctor Herrerías he mantenido una amistad muy estrecha, ya que desde que empecé apostó por mí. Los primeros años en los que me presenté en México no tuve suerte, sin embargo, Rafael siempre vio en mí lo que podía llegar a ser y siguió apoyándome incondicionalmente. Nunca olvido a la gente que en mis inicios estuvo ahí conmigo, porque fue cuando más lo necesité.

 

¿Qué se necesita para ser torero?

Se nace siendo torero. Eso es algo fundamental, porque el torero no sólo es el que se pone delante de un toro y pega pases, hay un sentimiento más profundo. Para ser torero hay que sentirlo y pues también tener a alguien que te inculque, te enseñe y te dirija en este oficio. Se tiene que vivir para el toro, es una vida de entrenamiento absoluto, de entrega total ya que en esta profesión no caben distracciones. La gente asiste a la plaza y te ve, pero no sabe que detrás de eso hay un trabajo enorme, un sacrificio y una disciplina. Si no tienes una entrega absoluta al toro, es imposible hacerlo bien.

 

 

Fotos Guillermo Baltasar

 

¿En qué momento de tu carrera te encuentras?

Pienso que estoy en el final, pero no es porque lo sienta así, sino porque veo que son muchos años los que llevo. Espiritual y anímicamente me encuentro mejor que nunca, además creo que he dado un paso más allá en la evolución de mi toreo y estoy en un excelente momento de mi vida.

Pero estoy consciente que llevo 25 años como matador de toros y no puedo estar toda la vida, por eso digo que estoy posiblemente es el final. No me gusta decirlo así porque siempre seré torero y moriré torero, pero en estos momentos de mi vida siento el toreo extraordinariamente y con un amor muy especial. Todavía lo puedo hacer muy bien, prueba de ello es mi temporada en España este año, que ha sido una de las mejores de mi vida.

 

¿Tu esposa y tus hijas ven las corridas?

No, nunca, mi esposa jamás me ha visto. Desde que empezamos la relación de noviazgo nunca ha asistido. Palomita, mi hija, el año pasado en Querétaro entró a verme. La plaza está muy cerca del hotel y me vio salir de ahí vestido de torero y desde ahí se veía el ambiente de la plaza y le pidió a su mamá verme.

Paloma no entró, pero un amigo la llevó. Le brindé un toro, corté dos orejas y fue muy emotivo, pero es la única vez que me ha visto. Fue muy emocionante para mí porque llegó el empresario a decirme que estaba Palomita en la plaza. La verdad me impone mucho que estén ahí, no es que no me guste, pero me da miedo por ellas, porque puede pasar algo y lo pueden ver.

 

 

Fotos Guillermo Baltasar

 

¿Qué ha significado tu esposa, Paloma Cuevas en tu vida?

Paloma ha sido fundamental, sin su apoyo no hubiera conseguido nada. Ella ha entregado su vida para estar a mi lado, es una mujer de una valía excepcional que podría haber hecho lo que hubiera querido en la vida y lo dejó todo por estar junto a mí, por apoyarme y por estar ahí cuando la necesité. Es un apoyo fundamental y de no ser por ella, no sería ni la mitad de lo que soy.

 

¿Cuál es tu opinión acerca de los movimientos anti taurinos?

Es difícil condensarlo, pero lo fundamental en todo esto es que el toro bravo no existiría de no ser por las corridas. Entonces, si queremos salvar una especie tan bella y única, esto debe de seguir. Por otro lado es parte de una cultura, tradición e historia; desde siglos atrás el toro está presente en fiestas populares. 

Creo que existe más gente a la que le gustan los toros que a la que no  le gustan. Y sobre todo gente que lo respeta. También está el factor económico, ya que en todos los lugares donde se celebran las corridas hay ingresos y muchas personas viven alrededor de todo este mundo. Esto no se puede eliminar sólo por decir que el toro sufre, porque yo no comparto esa idea. El toro está genéticamente la lidia.

 

 

Fotos Guillermo Baltasar

 

¿Qué sientes de que la afición siga queriéndote ver después de 25 años?

Eso es realmente el mérito, yo digo que lo bonito de todo esto es que después de tanto tiempo la afición tiene el deseo de verme cada vez más. Eso es el mérito de toda esta historia que tiene 25 años. Es muy bonito ver que la gente te espera con ilusión, porque eso quiere decir que sigues siendo capaz de emocionarlos con el toreo más puro que llevo dentro, eso es lo que me motiva. Lo difícil no es que yo siga estando bien después de tanto tiempo, sino que la gente la ilusión de verme.

 

¿Qué significa para ti el toro?

Significa mucho, porque te puede dar todo, pero también puede quitártelo. Soy un admirador absoluto de este animal. Lo amo, lo cuido y me preocupo por él, me paso horas observándolo en el campo y siempre me sorprende hasta dónde es capaz de llevar su bravura, que es algo mágico e increíble.

 

¿Y el traje de luces?

Siento un gran respeto porque lo veo y se me pone el vello de punta. Para mí vestirme de luces es un momento muy especial y es además un ritual, es cuando hay una metamorfosis o transformación del hombre de la calle al que va a salir a una plaza, además siempre digo que la vestimenta del torero es transparente porque a través de él se ve el ánimo del hombre que lo lleva puesto.

Si ves a un torero vestido en el patio de caballos puedes adivinar su estado de ánimo, incluso si vistes a diez hombres con traje de luces, te podría decir cuál de ellos es el torero de verdad. Hasta eso tiene magia, el traje demuestra algo muy especial. A mí, por ejemplo, no me gusta vestirme de luces a menos que vaya a torear, ni siquiera para una sesión fotográfica, ni para entrenar en el campo. Me gusta ponérmelo sólo cuando voy torear en una plaza de toros.

 

 

Fotos Guillermo Baltasar

 

 

¿Qué haces en tu tiempo libre?

El poco tiempo libre del que dispongo me gusta dedicárselo a mi familia, mi mujer y mis hijas. Luego saco huecos para mis aficiones: el hacer deporte, principalmente jugar al golf, la música y el campo.

 

¿Cómo eres con tus hijas?

Desde que nacieron mis hijas, tuve claro que quería ejercer como padre y disfrutar de ellas al máximo, educarlas y, sobre todo, mimarlas. Soy un consentidor. Me gusta compartir el tiempo con ellas, charlar y jugar.

 

 

¿Cómo te gustaría ser recordado?

La huella que voy a dejar como torero es evidente y queda para la historia, porque está escrita. Me importa mucho más la que deje ante mi familia y mis amigos. Para ello me preocupo por mejorar cada día como persona, haciendo el bien y ayudando en lo que pueda. Me gustaría que el día de mañana la gente diga: "Ponce es una buena persona, un fenómeno".