Perfiles

'El Señor del Mar' de Valentina O.H.

Apunto de publicar su primer libro El Señor del Mar, Valentina O.H. comparte tragedias, triunfos, amores y desamores
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Valentina aseguró que ha perdido piezas de su alma y corazón, pero no por eso ha dejado de tener esperanza o gratitud con la vida.

“Estudié administración de empresas y un master en programación neurolingüística, me encantó y seguí con más cursos de hipnosis, aprendizaje y guía Montessori. Me apasiona la educación y comencé a impartir mis conocimientos y creé mi empresa Opciones”, dijo.

Después de años de satisfacción de ayudar al prójimo gracias a que impartía diversas actividades de integración a grupos de bajos recursos, Valentina se casó y tuvo a su primer hijo.

“Tuve la empresa seis años, luego me casé y tuve a mi primer hijo. Empecé a juntar a mamás y a hablar sobre el bienestar de nuestros hijos. Luego, y debido a mi divorcio, me mudé a San Diego con mi hermana Karina. Al año de vivir en California ella falleció”.

Según la escritora este fue el primer momento más fuerte de su vida y a raíz de esto, entró en una gran depresión.

“Una noche me dijo que le dolía la cabeza y la llevé al hospital, tenía un aneurisma que no le habían detectado, al día siguiente murió. Era una mujer sana, de 33 años, feliz y con una hija de un año y un niño de dos.

“Era mi persona favorita, la más cercana, mi confidente y mi mejor amiga; me perdí en el dolor, fue devastador, era una tristeza profunda no sentía ganas de nada, me desconocía porque siempre fui muy positiva”, dijo Valentina.

Gracias a Jorge, su hermano mayor, y a que organizó una terapia en familia, Valentina logró sobrellevar y tratar su depresión.

“Se me partió un cacho del alma, ya no sabía cómo relacionarme con las personas, ni con mi hijo ni conmigo misma. Mi hijo, Alex, también sufrió muchísimo, le empezó a tener fobia a la muerte. Fue un proceso familiar muy fuerte y en ese dolor mi hermano encontró una conexión con la fe y nos compartió un poco de su sanación”.

 “Y fue así como un buen día, mi mamá, mi hermano y yo decidimos hacer una reunión, estilo las de alcohólicos anónimos, en la que todo se valía. Podíamos decir todo lo que pasaba por nuestras mentes, el cómo no podíamos sentir felicidad y lo enojados que estábamos con mi hermana por habernos dejado”, afirmó.

Después de este proceso de sanación o curación, como lo llama ella, empezaron a dar gracias a Dios por todo lo que tenían en la vida.

“Fue catártico, empecé a sentir gratitud por mi vida, mis hijos, por haber tenido a Kari 33 años como hermana, por mis amigas, quienes siempre estuvieron conmigo”.

Al pasar el tiempo, Valentina recordó que su hermana siempre le aseguró que iba a llegar un señor del mar a su vida y que se iban a enamorar y ser felices para siempre.

El hecho de haber estado embarazada de un ángel, ya que tengo la certeza de que los niños con Síndrome de Down son angelitos, me hizo seguir adelante.

“Nunca supe porque le decía el señor del mar, pero ella me prometía que iba a llegar y que me iba a consentir muchísimo y que íbamos a ser felices en pareja. Fue así como al año de la muerte de Karina, yo ya tenía una relación con él, y en efecto, desde el primer día él sacó lo mejor de mí, me apoyaba y respetaba”, comentó Valentina.

“Me amaba y, yo lo podía ver en sus ojos, y cada una de las palabras de mi hermana retumbaba en mi cabeza, sabía que Ricardo era el indicado, fue una conexión de alma a alma. Al año de salir nos casamos, y mi hijo que tenía cinco años estaba encantado. Fue el comienzo de una vida de familia bellísima”.

Después de 12 meses de casados tuvieron su primer hijo juntos, al que nombraron Ricardo, igual que su padre, pero que de cariño le dicen Rico.

“Nunca había vivido tan en armonía con nadie, era una aceptación completa, nos amábamos tal y como éramos. Al segundo año de casados me embaracé de mi tercer bebé, y mi esposo estaba pasando por una situación difícil con su negocio familiar”.