Perfiles

El peso del vacío con Candida Höfer

La fotógrafa alemana expone sus famosas imágenes de edificios lujosos y vacíos de simetría perfecta, y cuenta cómo...
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Las fotografías de la alemana Candida Höfer enseñan lugares grandiosos y vacíos, sin embargo la simetría perfecta de sus registros no es fría o aburrida. Höfer, uno de los referentes de la fotografía contemporánea, utiliza el silencio y la ausencia de personas como herramientas, así como la luz natural y la paciencia. La artista no usa flash, por lo que una toma le puede llevar todo un día. Si un cielo azul impecable le parece demasiado fuerte, espera —el tiempo que sea— hasta que una nube le atraviese el campo de visión. Una selecta parte de su trabajo está en la galería OMR, en la exposición In Mexiko: Primer Acto.

Así también es ella, de hablar despacio y en bajo volumen; suele desviar la mirada del interlocutor. “Un lugar vacío dice más de las personas que uno lleno. Es lo que quiero enseñar. Se siente que estos lugares son hechos para la gente, aunque estén vacíos se siente su presencia”, considera la fotógrafa en entrevista a RSVP en la OMR.

Su personalidad abrió paso para que Candida desarrollara un estilo muy particular. Sus fotografías de edificios grandiosos parecen escenarios de películas de Wes Anderson; su irremediable búsqueda por perfección simétrica es resultado de horas de observación. La timidez, paradójicamente, le sirvió ad hoc para la serie que definiría su estilo y le daría renombre a escala internacional.

“Me causaba mucho conflicto estorbar a la gente, pedirles que dejaran sus tareas para que les tomara fotos. Entonces, prefería tomarlas vacías, cuando no había nadie”, recuerda. En una de sus primeras series célebres, en los años 80, retrataba a los turcos que vivían en Alemania. Sus restaurantes y tiendas diminutos abarrotados de cosas le encantaron a la fotógrafa.

“Me parecía fascinante la manera cómo, en sus establecimientos, ellos reproducían parte de su país, de su cultura. Entrar en una tienda de aquellas era como entrar en otro país. Era un lugar privado, pero que representaba un colectivo”, explica. “Fue uno de mis primeros trabajos y me gustaba observar cómo estas personas cambiaron el país, de una manera positiva”.

La timidez le hizo preferir las fotos sin sus personajes, sin embargo el orden impecable de los sitios la marcó. “Eran lugares muy pequeños y con muchísimas cosas, sin embargo reinaba el más perfecto orden. A partir de ahí nació mi interés por la organización”.

En este país, Candida pasó 20 días viajando por Ciudad de México, Estado de México, Jalisco, Guanajuato, Puebla y Oaxaca, buscando los mejores ángulos de 15 edificios icónicos y lujosos como el Palacio de Bellas Artes, el Teatro de Guanajuato, la Bilioteca José Vasconcellos. Los espacios ostentan un raro esplendor: luces totalmente encendidas, ambientes completamente vacíos.

Candida dice haber descubierto el valor de la ausencia y el silencio desde muy temprano. “Hice fotos con y sin personas, y la diferencia se nota.”

Las experiencias de la carrera también la hicieron metódica. “Uno de mis primeros trabajos fue en un estudio en Hamburgo, yo no tomaba fotos, era encargada de preparar materiales y dejarlos en sus lugares. Si algo faltaba o no estaba en el sitio correcto, me regañaban”, recuerda. “Aprendí a fotografiar y eso del orden también se me quedó para siempre”.

Fotos: Rodrigo Terreros

 

En su aventura por México, le sorprendieron las zonas llenas de ofrendas. “En una de las iglesias había tantas flores que casi no se veía el lugar. Era demasiado”, cuenta, y sólo tomó la foto tras quitarlas casi todas.

Sin tiempo para turistear por el país, dice que no hizo falta. “Pude salir con mi máquina en la mano sin llamar la atención y eso fue lo que me encantó, me agrada observar a la gente. La verdad no me gusta ser turista, prefiero estar en medio de la gente”, dice.

En un breve recorrido por sus fotos, se repite la secuencia de filas de sillas, estanterías, murales y pasillos perfectamente ordenados. ¿Cómo será su casa? ¿Igual de ordenada? Candida se ríe. “Sí, mi casa está bien arreglada”, y menea la cabeza cuando le pregunto si ella se considera perfeccionista. “Hoy ya no, pero porque no me da tiempo”, ríe de nuevo.

 

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