Perfiles

Después de la tempestad: Julia Borbolla

Después del sismo del 19S, la psicóloga especialista en niños nos dice cómo podemos tratar y salir adelante
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Miles de personas experimentaron un pánico insoportable la tarde del 19 de septiembre cuando un terremoto de 7.1 cimbró la Ciudad de México. Aunque se da la impresión de querer volver a la normalidad, buena parte del país se encuentra tensa, nerviosa o ansiosa. La buena actitud exhibida por los voluntarios y brigadistas en las labores de rescate contrasta con la angustia de vivir en un territorio que actualmente registra una alta actividad sísmica.

Por tal motivo, hay mucho miedo de comenzar a padecer trastorno por estrés postraumático (TEPT o PTSD, por sus siglas en inglés), tanto los adultos como los niños están propensos a sentirlo, se trata de un trastorno mental que se desarrolla después de experimentar un evento traumático muy fuerte. Ante esto, consultamos a Julia Borbolla, sicóloga clínica especialista en niños y adolescentes con 30 años de experiencia, quien nos explicó de qué se trata este trastorno, sus síntomas y cómo tratarlo, sobretodo en los niños.

¿Qué es el TEPT?

Cuando alguien sufre un evento traumático (temblor, accidente, cirugía, etcétera) el cerebro se pone en alerta de tal forma que cuando ya ha pasado el suceso, sigue en ese estado por mucho tiempo, impidiendo a la persona desviar su atención a otras cosas. A ese fenómeno se le llama trastorno por estrés postraumático. El cerebro se siente permanentemente en peligro y reacciona desmedidamente ante cualquier ruido, movimiento o supuesta amenaza. Lo primero que retiene son las sensaciones del cuerpo (las “mariposas” en el estómago o el “nudo en la garganta”) que permanecen, aunque ya todo este en calma.

¿Qué hacer si un niño presenta TEPT?

Los niños, por su situación de fragilidad y dependencia de los adultos, son mucho más susceptibles a sufrir un TSPT, pero al mismo tiempo, por su contacto cercano con la fantasía, poseen mayor facilidad y plasticidad cerebral para superar este trastorno.Los síntomas más comunes son pesadillas, insomnio, alteración nerviosa desproporcionada, y síntomas regresivos, es decir, si ya controlaban esfínteres vuelven a tener accidentes, se comen las uñas o muerden cosas, están irritables, chillones, quieren dormir con sus papás o no se quieren separar ni un minuto de ellos. Éstas son sus maneras de canalizar y manifestar su ansiedad. Lo primero que debemos hacer con un niño o niña al que identificamos con posible PTSD es promover que hable del asunto. Narrar las cosas nos ayuda a escucharnos a nosotros mismos y de esa forma empezar a estructurar lo que pasó. Sin embargo, muchos pequeños no quieren o no pueden hablar, no solo porque todos le huimos al dolor y recordar duele; sino también porque su repertorio de palabras es corto y porque son más de “acción” que de conversación. En estos casos el movimiento es el mejor aliado. Escenificar con mímica, acurrucarse, etcétera.

¿Cómo identificarlo?

Los expertos de intervención en crisis sugieren que comiencen rayando un papel, simplemente rayando y si es posible expresando sentimientos y, sobre todo, sensaciones (me dio miedo, tengo coraje, estoy nervioso, etcétera). Después hay que sugerirles que dibujen el suceso, como buenamente puedan en uno o varios dibujos. Si son muy pequeños pueden “dictarlo” a un adulto. “Aquí estaba yo cuando tembló, y aquí la mesa donde se cayeron las cosas”. Anímalo a que dibuje las cosas que se cayeron, las personas que estaban. Cuanto más detalles pongan en sus dibujos será mejor, aunque sólo ellos entiendan los trazos. Lo que se busca con esta técnica es que verbalicen al tiempo que dibujan y estructuren los hechos. Esto favorece también que vayan reflexionando: “Yo no debí quedarme ahí, pero no pensé y sentí miedo porque mi mamá no estaba…” Todo este tiempo, el cerebro está trabajando para integrar lo que sucedió y resignificarlo.

¿Qué debemos de hacer de manera inmediata?

 Muy importante es normalizarlo, decirle que todos sentimos miedo y que es normal que no se le hayan ocurrido algunas cosas; sin embargo, ahora que lo está dibujando y pensando puede encontrar soluciones que podría hacer si otra vez sucediera lo mismo, si sintiera lo mismo en otra situación. Los niños tienen pensamiento omnipotente y creen que muchas cosas pasan por su culpa. Hay que aclararles que los temblores o los accidentes no son culpa de nadie.

¿Cómo podemos ayudar a superarlo?

 Escribir o dibujar a todas las personas que los pueden proteger. “Esa es su red de apoyo”, una red fuerte que siempre estará ahí para ti”. Es muy importante que el niño o la niña se hagan conscientes de algo que puedan hacer al respecto, aunque sólo sea evitar un elevador o poner más atención en algo, de esta manera el cerebro entiende que no necesita estar en alerta constante porque la experiencia ayudará en un futuro. Muchos niños no vivieron directamente los daños; pero ayuda mucho que hagan un dibujo para consolar a otros o regalar un juguete para los niños que lo perdieron todo; pero al mismo tiempo también deben tener claro que las personas que resuelven y cuidan somos los adultos. Te sorprenderá ver cómo de repente el niño deja a un lado las crayolas y el papel y se va a jugar tranquilamente. Esto es signo de que ya lo sacó, ya lo resignifico y ha superado el PTSD.  Sí, así de fácil puede ser si intervenimos a tiempo, si no exponemos a los niños a las noticias todo el día y si les damos recursos para entretenerse. Responde sus dudas, pero no des más información de la que te pidan. Si sienten miedo ante las ambulancias explícales que ese ruido significa que alguien va rápido a ayudar a otro y que lejos de ser “malo” es un sonido “bueno” que nos dice que estamos haciendo algo para ayudar.

Si no se trata a tiempo, ¿tiene consecuencias a largo plazo?

Los niños y niñas que no reciben apoyo ante un PTSD se pueden quedar con “frenos” sociales cuando son adolescentes o adultos, es decir, con temores infundados tales como no querer pasar por debajo de un puente o sentir angustia ante cierto sonido, vibración, lugar obscuro, olor, sabor, etcétera, sin que recuerden la razón por la cual experimentan esos temores. Sus cerebros se quedan en estado de alerta ante sensaciones  y resultan aprehensivos o desconfiados. Los seres humanos tenemos una gran capacidad de resiliencia, es decir, de crecer a partir de la adversidad y nada más salir a las calles en estos días y ver la reacción de los mexicanos nos lo demuestra. No temas, ¡pues los niños y niñas son expertos en rescatarse a sí mismos!

Contacto

Julia Borbolla Grupo Julia Borbolla Psicología Integral

Tels: 5660-8763 y 5294-7774 juliaborbolla.com 

Fotos: Cortesía Julia Borbolla 

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