Perfiles

Con una misión: Juan Manuel Cossío

Algunos de los directivos del deporte en nuestro país. Conoce su historia y lo que han logrado en su ámbito

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El peor de los seis años de Juan Manuel Cossío frente a la Federación Ecuestre Mexicana significó, literalmente, un gran susto. Y no se trata del hecho de ver al equipo mexicano de salto fuera de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, resultado inédito para el país en la historia de la modalidad. No, más fuerte que la decepción fue la cirugía de corazón abierto a la que se sometió.

“Mi corazón se quedó 38 minutos sin latir”, cuenta, con buen humor, abriendo la camisa para enseñar la cicatriz. Por otro lado, fue una gran suerte la que hizo que Cossío descubriera que su corazón se preparaba para fallar. Un inocente partido de basquetbol con los nietos lo dejó con un dolor. Por insistencia de la esposa, se hizo un chequeo. Una arteria tapada le llevó a una operación, “de esas que te abren, te sacan todo, como a los pollos. Pero como estoy sano, estoy al cien por ciento”.

Platicar con el dirigente es sorprenderse de su honestidad. “A mí me tocó que, por primera vez en la historia, el equipo de salto no calificara a los Juegos Olímpicos. Hace más de un año, tuvimos una pésima actuación en los Juegos Panamericanos, y no calificamos. Fallamos, desafortunadamente. No hay nada peor que no hacer nada y no reconocer que te equivocaste”, recuerda. Tras el desastre, se formó un equipo mexicano de salto, se contrató a un jefe de equipo y desde entonces en cuatro competencias, México quedó con un primer lugar, dos terceros y un cuarto. “Y por primera vez en la historia le ganamos a Estados Unidos.

Se está trabajando en eso, y la mira es Barranquilla”, dice Cossío, en mención a la ciudad colombiana que recibirá los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 2018. “Y luego los Panamericanos otra vez”.

Más que eso, Cossío cambió la esencia de la Federación. “Ahora es la orden del día. No importa si la persona que nos busca no sabe preguntar, no entiende. Tenemos que atenderlo. Hoy funciona de maravilla”, dice él, quien se dedica a la FEM 24 horas al día, “95 por ciento por salto, los otros 5 por ciento adiestramiento, prueba completa, vaulting, reining y paraecuestres”.

En su sexenio, la FEM pasó de 60 a 120 clubes registrados, mil 890 jinetes y 3 mil caballos. El punto de inflexión, según el dirigente, es contener el boom del deporte que empieza en la niñez, en el momento que la práctica ecuestre evoluciona de las clases semanales.

“Es un deporte caro, entonces llegan miles a las escuelitas, te compras las botitas, el casquito, te rentan el caballo y ya. ¿Qué sigue? ¿El papá te va a comprar el caballo? El más barato será de 20 mil dólares”, argumenta Cossío.

“Un caballo no es un triatlón, que te cansas y dejas la bicicleta a un lado”.

“Me preguntan por qué no ayudamos a la gente sin recursos, pero es bien difícil. ¿Les vas a regalar un caballo? Son 18 mil pesos al mes para mantenerlo. No es realista. Comprar un caballo es romperle a un cheque, no te da ganancia. Lo tienes que amar.”

Por otro lado, los estados sí agradecen las ganancias de recibir eventos como éste. “Para cada evento, se llenan los hoteles del lugar, los restaurantes, porque esa gente es del tipo que va a gastar, son más de mil personas. La derrama económica que les damos por unos días les da ganancia por todo el año”.

La federación, aclara, no organiza eventos, sólo los rige. “Un broncón que tenemos son los escoltas. Si haces un evento, tienes que pensar en el estacionamiento para los escoltas. ¡A veces cada niño trae dos!”

Juan Manuel Cossío proviene de una familia de charros, pero el enamoramiento por los saltos se dio a través de su esposa, o más bien, por el suegro, quien tenía caballos y se retiraba de ser rejoneador, en los 70. “Me volví loco”, recuerda. “En una época loca, tuve 17 caballos para mí solo”. Ni siquiera una fuerte fractura en la pierna lo frenó, pues Cossío tuvo que someterse a la implementación de una prótesis.

Y para Cossío, el tema de los caballos seguirían con los hijos. Sin embargo, las cosas no se dieron como él lo imaginaba. “Con mi hija Dolores, el primer día en el caballo se dio un golpazo, se cayó y me dijo, ‘No me gusta, bye’, y nunca más”, cuenta el papá. Todos los esfuerzos se centraron sobre Juan Manuel. “Él montaba muy bien, pero yo, loco como una cabra, tenía la idea de convertir en un genio al niño”, dice, y se tapa el rostro con las manos. La intensidad del papá-entrenador también lo espantó irremediablemente.

“Lo único que logré es que un día me dijera, ‘Papá, no tengo broncas en la casa, ni en el colegio, no las quiero tener por los caballos. No quiero volver a saber de ellos. Él tenía 8 años y jamás regresó”, cuenta el padre.

En su defensa, dice él, está la pasión que lo cegó como a cualquier enamorado. “Al caballo lo quieres como a tu familia, a veces aún más”, se ríe. “Es tu compañero, tu pareja.” Cuando cumplió 60 años, sin embargo, se retiró de los altos (con tres títulos de Masters y un quinto lugar como jefe del equipo olímpico de Londres 2012), y fue cuando le llegó la invitación para presidir la Federación Ecuestre Mexicana.

 

Fotos: Sergio Bejarano, Fernando Canseco y Rodrigo Terreros