Perfiles

Amor incondicional: Amparín Serrano y Minnie West

Madre e hija comparten cosas, entre ellas, la vena artística
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Guansoponataim, o érase una vez una niña llamada Amparo Serrano. Sus amigos y familia le decían Amparín. Creció en una familia de empresarios y banqueros, pero desde siempre fue una persona única e irreverente. Su cuarto lo tenía decorado con colores brillantes como rosa mexicano, azul o verde, y su creatividad fue creciendo gracias a que sus padres “la dejaron ser”.

Se casó con David West, con quien tuvo dos hijas: Minnie y Camila. La mayor de ellas, Minnie, (que en realidad se llama Amparo, como su madre y abuela), heredó la vena artística, tanto de su padre, quien es productor, como de su madre, la creadora de Distroller, marca que tiene diez años posicionada en el mercado como una de las favoritas de las niñas mexicanas.

Amparín, ya consolidada como diseñadora y empresaria, apoya incondicionalmente a su hija Minnie en su nuevo proyecto como actriz y productora de una película. Madre e hija nos platican, desde su casa, cómo ha sido la convivencia entre ambas, qué les gusta de ellas y su talento creativo que las ha llevado lejos en la vida.

VIRGENCITA... PLIS CUIDA A TODOS LOS QUE ENTREN EN MI CASITA

“No entres si vienes de jeta” es lo primero que se lee cuando llegas a la casa de Amparín y Minnie. Junto al letrero, está un sillón blanco con cojines de colores que tiene un elevador, para que suba y baje. A la derecha de la sala hay un tobogán.

Una que otra virgencita en las paredes y cojines con la leyenda Fuck Trump; en uno de los muros está escrita la historia de una niña con celulitis, y el comedor se llama “el guiso de oro”, porque en las paredes hay unas fotografías de amigos y familia de Amparín caracterizados de personajes del cine de oro.

Estos son sólo algunos de los detalles que llaman la atención del hogar de las West Serrano. Y es que cualquiera pensaría que esta casa es una tienda de Distroller, pero Amparín dice lo contrario. “Más bien Distroller soy yo”. Lo que pocos saben es que el gusto por el color y la irreverencia viene desde pequeña.

Pero, ¿de dónde salió todo esto?, ¿desde hace cuánto tiempo está así la casa de la familia West Serrano? ¿Cómo ha sido para Minnie vivir en una casa distrollerizada?

VIRGENCITA... PLIS DAME LA OPORTUNIDAD DE DEMOSTRAR QUE GANAR LA LOTERÍA NO ME CAMBIARÁ NA-DI-TA

“El día que nací, empezó Distroller”, afirma Amparín. La primera vez que abrió una tienda al público fue hace 10 años y aunque al principio era un hobbie que hacía en su casa, y los objetos diseñados se los daba a amigos, la vida la orilló a crear un negocio formal. “Llegó un momento en que ya no quedó de otra. Tuve que contratar a gente que me organizara porque yo soy cero administrativa, no se me dan las matemáticas y, además, regalaba todo lo que diseñaba”.

Conforme el negocio crecía fue contratando un abogado, un contador, pero no tenía nada planeado. “De hecho, nunca pensé que fuera capaz de ganar un centavo. Jamás, en mi vida”, comenta la diseñadora de 51 años.

En su familia no había creativos, sólo empresarios, matemáticos o banqueros. Nadie tenía nada que ver con esto, sin embargo, Amparín “así nació”, y siempre tuvo decorada su habitación tal y como son ahora las tiendas de Distroller.

“El mismo estilo de las boutiques, pero en mi cuarto. Con los mismos letreros, colores y toboganes”. Lo primero que diseñó fueron unas mesas de dulces y al icónico Doctor Chui, que te daba unas medicinas para sacar 10 en la escuela.

Luego siguieron las virgencitas, los cuadernos, las mochilas, los relojes, los cojines... todo. Ha sacado a la venta prácticamente cualquier artículo.

“Hasta unas toallas sanitarias de  distroller he diseñado”. Parte de la clave de su éxito es que nunca ha hecho las cosas por vender. “No pretendo caer bien, ni gustarle a la gente. Y mucho menos hago las cosas para que las compren. Hay muchos diseños que se que no van a pegar y no me importa. La parte comercial no es mi motor en lo absoluto”, menciona Amparín.

Su casa es Distroller y Distroller es un hijo más para ella, al menos así lo define cuando se le pregunta ¿qué significa esto para ti?. Su parte preferida es su cuarto, donde dibuja, diseña, se inspira y puede estar sola. De ahí han salido las mejores historias y artículos irreverentes que se venden en México. ¿Su mayor satisfacción de todo esto? “Me ha dado seguridad en mí misma, porque nunca la he tenido y eso me ha ayudado mucho a mi autoestima”.

Pero, después de 10 años de que la virgencita es famosa y tiene muchas tiendas, ¿qué ha cambiado en Amparín en este tiempo? Su respuesta fue sencilla y contuntende. “Nada. Absolutamente nada. Soy la misma”. Y es que para la diseñadora, el éxito es algo secundario y la fama no está en su radar.

Además, nunca se pregunta qué es lo que sigue en su afamada empresa. “Jamás veo qué es lo que viene porque igual y mañana me voy de monja, sólo pienso en el presente y por el momento estoy feliz”.

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En esa misma casa distrollerizada, nacieron y crecieron Minnie y Camila West, hijas del manager David West. Minnie, de 24 años, heredó el talento de sus padres, creativos y amantes de la música y la actuación. “Mi mamá lo tiene muy escondido, pero perteneció al grupo musical Flans y luego sacó un disco, hasta cantó en el programa Siempre en Domingo”, recuerda Minnie, pendiente de que Amparín no la oyera.

Su mamá siempre ha sido su ídolo y además tiene una personalidad súper divertida. “Desde que yo me acuerdo, todas mis amigas querían venir a mi casa, para estar con mi mamá, porque nos ponía miles de actividades, nos tomaba fotos, nos hacía pintar vajillas. Mi casa era como un Recórcholis”, menciona Minnie, entre risas.

Desde que tiene memoria, su casa está distrollerizada, como ella le llama, y el tobogán ha sido parte de su vida. “Siempre había espagueti de color azul o rosa, porque le ponían colorante, pero a mí me decían que así era la pasta realmente, entonces cuando iba a casa de mis amigas, no entendía por qué era tan sobria la comida y mucho menos por qué tenían una casa gris, en lugar de una llena de colores como la mía”.

Su spot favorito es el sillón que se eleva hasta el techo, que según su mamá, es únicamente para tomar sus clases de francés. La relación entre ambas es de amigas. Se divierten, se ríen y se adoran. Además, el talento artístico es otra de sus cualidades en común.

“Por supuesto fue ella (Amparín), quien me metió la idea a la cabeza de la actuación. Me llevó a ver todos los musicales, me ponía las canciones de Vaselina y recuerdo que siempre quería ser Sandy, y desde siempre pensé en que quería ser actriz”.

A los 11 años, obtuvo su primer proyecto formal, en la obra Anita la huerfanita. “Me acuerdo perfecto que estaba en mi casa, disfrazándome de punk, porque me encantaba maquillarme y vestirme de muchos personajes.

Entonces me habló mi mamá y me dijo que iba a pasar por mi para llevarme a un casting, y así, tal cuál, vestida de punk, me fui a hacer la prueba y me quedé”, destaca Minnie, quien recuerda que su mamá estuvo presente en cada uno de los ensayos y en cada una de sus funciones de teatro.

“De hecho, una vez salió bailando en la obra, porque le encantaba”, (risas). Minnie estudió un año en Londres y otro en Los Ángeles, y aunque extrañó mucho a su mamá, lo que más echó de menos es el espagueti azul, el olor y la vibra que tiene su casa en México. “Claro que cuando tenga la mía, le diré a mi mamá que la diseñe completita”, aclara Minnie.

SAN ANTONIUS... PLIS MANDAME UN NOVIUS

Minnie, junto con su novio, Alex Speitzer, abrió una productora llamada Wetzer Films, que fusiona los apellidos de ambos. En septiembre saldrá su primera película llamada Me gusta, pero me asusta, donde Minnie y Speitzer son los protagonistas y productores.

“Todo esto fue idea de mi mamá, ya que estando en un viaje, nos dijo que abriéramos nuestra propia productora”, comenta Minnie, y le hicieron caso, aunque ha sido un poco difícil para ambos, ya que son jóvenes y que la gente de este medio creyera en ellos, ha sido casi imposible.

Pero, contra todo pronóstico, ambos tuvieron éxito y lanzarán esta película próximamente. “Nos tardamos tres años en levantar la productora mi novio Alex y yo, y el mayor reto fue que la gente confiara en nosotros”, asegura la actriz.

“Me siento súper orgullosa de ella. Es una niña muy madura para su edad y heredó de mi ese gusto por el teatro y la actuación. Exprime la vida y no tiene prejuicios”, confiesa Amparín sobre Minnie. “Que cursi soy, pero pues una mamá siempre dice maravillas de su hija, ¿no?”, Finaliza.

Me gusta, pero me asusta

Los protagonistas de la historia son Brayan Rodríguez (Alex Seitzer) y Claudia (Minnie West). La historia comienza cuando Brayan, orginario de Sinaloa y miembro de una de las familias más influyentes de la zona se va a México para conquistar la ciudad con los negocios turbios y secretos de su familia. Ahí conoce a Claudia, quien es una niña extrovertida y en ese momento se desencadena la trama de llena de risas y comedia.

La película sumará un importante impulso para el cine nacional con la participación de Mónica Lozano. Está distribuida por Diamond Films México, que fuera el responsable del éxito en taquilla del filme ¿Qué Culpa Tiene el Niño?

Dirigida por Beto Gómez, comparten pantalla con el primer actor Joaquín Cosío, Héctor Kotsifakis, Silverio Palacios y Hernán Mendoza.

La edición estuvo a cargo de Nacho Ruiz Capillas, ganador del Premio Goya por el filme Los Otros.

Fotos: Sergio BejaranoMaquillaje: G make up de Gaby MariscalPeinado: Rogelio Maturano, embajador de Revlon Hair Tools

 

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