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Stories by Sofía: PARIS, JE NE T´AIME PAS

Tirado uno en el piso, el mundo se ve raro.
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Tirado uno en el piso, el mundo se ve raro. Veo pasar viajeros y maletas, todos con un destino, todos caminando con un propósito y todos recordándome que yo no tengo a dónde ir. El aeropuerto es un sitio extraño. Parecería que en este lugar se concentran todas las emociones del mundo habidas y por haber.

Escucho carcajadas, saludos alegres, amores que se reencuentran, familias que reciben a un ser querido, pero también veo a una niña llorando desesperadamente. Está en el pasillo principal del aeropuerto, frente a una boutique de Michael Kors, arañando una pared, bañada en lágrimas. Le quiero ir a preguntar qué le pasó, pero sé que ni me incumbe ni la puedo ayudar, no puedo ni siquiera ayudarme a mí misma en este momento.

Al otro lado del aeropuerto se encuentran las salas de abordaje. Por ahí, un papá discute con un oficial migratorio, se despide de su hijo con una mano firme y una sonrisa forzada, en cuanto el hijo se voltea y comienza su andar, el señor se derrumba, cae al piso, llora, solloza y se cubre la cara dejando sólo un huequito entre sus dedos lo suficientemente espacioso como para ver cómo se aleja su hijo. No sé si es porque yo necesito un abrazo desesperadamente en este momento, pero quiero abrazarlo. Quiero decirle que todo estará bien, que se volverán a encontrar, pero no quiero correr el riesgo de mentir.

El aeropuerto Orly en París, Francia, es el lugar menos amable en el que he estado. Parecería que los trabajadores se esfuerzan por no ayudarte. Volé Mykonos-París, tendría que haber llegado a una conexión París-Madrid, para volar mañana Madrid-México, pero el primer vuelo se retrasó y estoy varada en París. Estuve cinco horas discutiendo con la aerolínea en un francés atropelladísimo porque aquí nadie habla inglés. Parece broma que en un aeropuerto internacional las personas no hablan el idioma más común del mundo, pero es así. Perdí mi cartera, perdí mi vuelo y ahora estoy perdiendo también la razón.

Lo que pasó fue que el primer vuelo que venía de Mykonos se retrasó, entonces no pude llegar a tiempo a mi conexión y perdí el vuelo a Madrid. Mi verdadero problema es que mañana sale mi vuelo con destino a México desde Madrid y los vuelos a Madrid están todos full. Sin dinero, sin haber dormido y sin paciencia, estoy sentada en el piso de un aeropuerto del otro lado del mundo ideando una estrategia para volver a casa. 

Me queda 12 por ciento de batería en mi celular, eso es el resultado de una noche completa de fiesta en la que no estuve en el hotel para cargarlo. Otro problema más que pudiera agregar a la ya extensa lista es que no tengo el adaptador con la entrada europea para cargar mi iPhone en este lado del mundo. Shit. Mi celu está al 12 por ciento pero yo estoy al 3, ¿qué hago, qué hago, qué hago? Se me ocurre que todas las apps están aún ligadas a mis tarjetas que no he cancelado.

Rápido, HotelsTonight, Uber, ufff, ya de camino a mi hotel. Puedo dormir cinco horas, cargar mis aparatos y encargarme de buscar un vuelo, sí. Estando en México lo único que quiero es salir corriendo en busca de aventuras y experiencias, ¡y vaya que las encontré! ¿Por qué será que siempre añoro estar donde no estoy? Estando en casa quería irme, quería escapar de las responsabilidades, de los pleitos, de todo lo que le resta paz a mi vida. Tirada acá, sólo quisiera estar entre mi familiar tráfico, el esmog y los brazos de mi mamá.

Necesito sentirme protegida y no importa de dónde sea la tierra sobre la cual estoy pisando, algo en el abrazo de una madre te hace sentir en casa siempre. Chiquibabies, no sé qué haré, no sé a dónde ir, no sé si podré regresar a mi país. ¿Será hora de rezarle a los dioses aztecas para que manden por mí?

Perdí mi cartera, perdí mi vuelo y ahora estoy perdiendo también la razón.”

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