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#RADAR: Todos somos influencers

Cada vez existen más “colegas” de lifestyle, viajes, belleza y moda

Rafael Micha

Rafael Micha M Sc. es Socio Fundador y Director en GRUPO HABITA, experto en relaciones públicas, marketing y VIPs. Conocedor y amante del arte.

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Ante la inminencia de una catástrofe  provocada por el eclipse solar total, pronosticado para el próximo lunes 21 de agosto, la confesión ‘final’ en el título no es cosa fácil.

La luna pasará entre el Sol y la Tierra y si los remedios caseros sirven de algo todo seguirá igualito, y sin cambios. Si no, en the age of influence (vs. el título de la famosa peli de Scorsese) como dice Elle China (y no del eclipse o de la luna) habrá que finalmente descubrir por qué la CEO de una empresa multinacional ocupa una buena parte de su día en sesiones de fotos, filmaciones, y creación de contenido para publicar en sus plataformas sociales.

Y aún más, dar respuesta de por qué su community manager –none other- es también blogger a su vez y atiende a sus seguidores de Facebook e Instagram cuando se desocupa. Muy como Kim K –pero sin el consabido ofrecimiento de regalos internacionales y promociones–.

Cada vez existen más “colegas” de lifestyle, viajes, belleza y moda que replican promociones al unísono bajo el anuncio de un “giveaway internacional para ti y una amiga”. Publican en Instagram una y otra vez las ridículas condiciones de su alianza con “un grupo de bloggers y youtubers” para regalarles un “maravilloso kit”.

Y así –como un burdo esquema ponzi– seguir y dar like, ad nauseaum repitiendo las draconianas instrucciones hasta regresar al origen.

Obvio etiquetando ‘amigos’ donde “el ganador (a) será elegido a través de una página de sorteos aleatorios.” ¿Neta? Y las consabidas burlas de las redes. ¿Blogger? ¿Influencer? ¿Otrora Líder de opinión? Ni qué decir de aquellos que se creen con influencia.

 ¡Saludos a todos mis colegas y aquí confieso: mea culpa: yo también soy blogger en radarmicha.com donde publico la presente columna, y de la misma manera muchos más de “los mexicanos que fruta vendían” y más allá en el “mundo mundial” quienes se autodescriben en su perfil de Instagram como personaje público.

Y así hasta el cansancio especialmente en un momento en que la palabra tal y como se usa ya no quiere decir nada. Tanto, tanto, que detractores en redes sociales hacen bullying a los “so called influencers”.

Entonces, ¿a quién le hacemos caso? ¿Quiénes realmente tienen poder sobre nuestros hábitos de consumo? Chiara Ferragni que publica a sus más de 11 millones de followers across the board a cambio de más de 12 mil dólares por post.

El tamaño ¿realmente importa? ¿O los likes muchas veces resultado de una consabida estrategia de reciprocidad quid pro quo? Recientemente, Ferragni se estrenó como diseñadora, entonces quiere decir que usaremos ropa interior con su nombre, efigie o imaginación.

O bajo su influjo. ¿O preferimos a los mexicas que cobran hasta 150 mil pesos por asistir a un evento? ¿O confiaremos en las certificaciones que realizan las agencias de relaciones públicas tipo Good Rebels que estudia con varias herramientas muy profesionales, y se dedica a la medición real de la influencia de cada uno? En otros tiempos, eso sería la respuesta de los sesenta y cuatro mil pesos. Hoy, no lo sé.

Según da cuenta The New York Times ahora se estila contratar un equipo de filmación con luces, cámara y alguien que grite “acción” para documentar todos y cada uno de los movimientos del susodicho personaje: que si para convertirse en un role model, que si exclusivamente para ser famoso instantáneamente, que si por aquello de los Instagram Stories et al.

El protagonista cada vez tiene acceso a un público que otrora tenía necesidad de un complicado sistema de broadcast para publicar su perfil en radio, cine o TV. Ahora, es más inmediato. Y gratis. Y fácilmente medible ya que existen un sinfín de herramientas para comprobar la audiencia y el famosísimo engagement.

Pero qué tan eficaz es la publicación y cómo se puede monetizar verdaderamente. ¿Cuántos acaso de los tres millones de seguidores de “el Juanpa” Zurita pueden realmente comprar un saco de Dolce & Gabbana.

O relojes Cartier publicitados y avalados por Michelle Salas? Y más importante, cuántos de los contenidos son pagados y no lo sabemos? En print media podemos distinguir los publirreportajes porque siempre incluyen esa palabra u otras veces algo más nice como bespoke o promoción.

Existen acaso los disclaimers que anuncien como tal en las plataformas de redes sociales? O los viajes “todo pagado” para descubrir “el último grito de la moda”.

Personaje público vs. lifestyle influencer. Sólo recuerden que los seguidores en redes son como el dinero en el Monopolio, mismos que han convertido en un comodity y el ofrecimiento de “Followers for Instagram” es parte de los correos spam que se reciben al por mayor en las bandejas de ídem.

Y aquí otra confesión más: lo mío, lo mío, lo mío es ser micro influencer: Oséase que el tamaño de la audiencia no importa sino más correctamente la calidad de tus seguidores y el susodicho engagement.

Y como dicen entre ajustadores: cada quien con su golpe y pues cada quien con su influencer.

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Foto: especial 

 

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