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#RADAR: #Junky

Soy Rafael Micha y soy adicto a las redes sociales

Rafael Micha

Rafael Micha M Sc. es Socio Fundador y Director en GRUPO HABITA, experto en relaciones públicas, marketing y VIPs. Conocedor y amante del arte.

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Soy Rafael Micha y soy adicto a las redes sociales como el CEO de mi empresa personal —preocupado de mi marca— aunque más, más, más en específico adicto a Instagram. La culpa NO es de ninguna manera de Vale Collado, ni de Romina Sacre, ni de Cynthia Grajales, con quienes disfruté por primera vez el rush de los posts en Instagram. Ni de Juan Pablo Jim, ni de Gina Ortega, ni de ninguno los que me introdujeron a la plataforma social de la cual quedé prendado al instante y ahora tienen verificadas sus cuentas.

Todo empezó un 3 de octubre de 2014 cuando Gina Pineda me invitó a la inauguración de El Palacio de Hierro Querétaro y juntos, all of the above (más otros de cuyo nombre prefiero no acordarme) me convencieron de las bondades de Instagram. Y lo out que estaba yo publicando en Twitter. Lo importante sería lograr el crossover a Instagram publicando imágenes, mucho más visual y con más alcance. Fue una solicitud insólita, ya que a ese momento contaba con más de cuatro mil seguidores en Twitter (casi igual número de los actuales), y volver a empezar desde cero era una propuesta descomunal e inaudita. Pero los road trips son malos consejeros y las malas influencias peor. Al día de hoy tengo 139 semanas publicando religiosamente fotos. Casi una diaria o más. De todo un poco: “chile, dulce y manteca”, dirían los entendidos. Que si la selfie, el retrato profesional, los eventos tipo about last night y los famosísimos throw back, de cualquier naturaleza y en un día de la semana random: TBT, TBS, TBF et al y los esfuerzos filantrópicos personales, todos. Mis intentos de mentoría, la promoción del arte (todas, sin excepción), y una suerte de amplificación de mensajes positivos sobre el turismo en México. Pero nunca letreros tipo LenomPB.

Sí, abusando un poco del sentido de la ubiquidad que me permite el geotagging y que muchas veces parece que estoy en todos lados: aquí, allá y acullá. Siempre una versión muy cuidadosamente editada de mi vida. Sin lado B. No soy un “personaje público” como se definen tantos usuarios de todas las latitudes y he aprendido sobre los horarios, la frecuencia y el número de publicaciones. También sobre la ‘reciprocidad’ en el follow y en los likes. Todavía no subo ninguna “historia” pero haciendo un balance el resultado es más que positivo. Likes y mensajes positivos siempre: ni bots ni haters. Descubrí las delicias de subir fotos en domingo en la noche: horario estelar y con amplitud de audiencia y preferencias. Evito algunas publicaciones gratuitas: publicidad abierta (salvo a los hoteles de Grupo HABITA y a la marca México). También trato de evitar aprovechar la foto con la fama gratuita. Poses con celebrities. Y a toda costa, salvaguardar la confidencialidad de nuestros huéspedes y la integridad propia. Tampoco me gustan las fotos de hijos y prole y con tanto so called “influencer” que sigo (para comprobar si incluyen el contenido al que se comprometen y prometen) mi TL es un poco más de lo mismo: que si “bloggeros”, revistas, celebridades, agencias de relaciones públicas y auto promotores todos. Líderes de opinión. (sic) Y toda la PUBLICIDAD que se cuela. O que no se anuncia como tal, como patrocinios, y pretende ser contenido “orgánico”. Gracias mil por el nutrido feedback que me alimenta el ego y me da un levantón de vez en vez. 

Instagram es un placer culposo, pero más correctamente, mucho más que una adicción desenfrenada que, por tratarse de algo que hace tantísima gente out in the open no está tan mal vista. ¿Verdad? Me amanezco –literalmente– varias mañanas antes de las seis de la mañana para ver cuántos “me gusta” tengo y muy seguido (más veces de las que quisiera reconocer) veo mi Samsung 8+ para revisar si hay alguno nuevo. Y volver a hacerlo. Y de quién, obviamente. Poco me importan las publicaciones de los demás y sólo me obsesiona el número de seguidores nuevos, de likes y el ranking donde me encuentro entre mis conocidos. Mis días no son iguales sin Instagram. Sin duda, “Instagram is the new sexy”, tóxico pero un must. He estado, literalmente, pegado al icono. Pensando y planeando mis publicaciones. Anuncios, coberturas, RePost, mis columnas y más, más, más. Sólo me falta subir fotos del gym instalado en #sexyboy y con mis dos consens. Pero ni la una, ni la otra me traerá más likes o más seguidores. Y menos de los ansiados millennials. Traté de llevar religiosamente a cabo los 5 pasos: anger, denial, depression, bargaining, and acceptance. Pero no ha cambiado nada, soy un adicto y lo reconozco. Y mi obsesión/adicción a Instagram (¡ay de mí!) tiene mucho que ver con mi nivel de popularidad. O el rating personal. Obvio, la adicción es tema de conversación constante, lo reconozco públicamente y en privado y entre amistades y competidores comparamos el tamaño de la audiencia, la calidad, si estamos on brand y el engagement de los followers. Lo que sí es un hecho es que pondré una formal queja para que habiliten las funciones de seguir instantáneamente a los seguidores de Facebook (que cada vez me da más hueva) y todos los de mi celular –en general– porque cuando la utilizo siempre me sale el mismo mensaje: “No pudimos completar tu solicitad, vuelva a intentarlo en unos minutos”. 24/7 estoy en Instagram. Y con la vista hacia abajo. Y he roto la regla de ningún aparato electrónico en la mesa a la hora de la comida, ni durante la convivencia en familia. Creo que esta nueva adicción me pone en una mejor categoría que mi última confesión aquí y en el extinto esoquenosgusta.com cuando acepté ser ADICTO a la TV y a los servicios de streaming y de Roku. So five minutes ago! Pasé de Snapchat y no me arrepiento, más ahora que el valor desde su colocación en bolsa se ha visto tan menguado y las historias pueden ser publicadas across the board. 

Mi obsesión adicción me llevó a contratar los servicios de una asesoría que concluyó que tenía que ser más cercano a mis seguidores, más accesible, menos pedante, pero principalmente tenía que usar más hashtags y más cortos y no ingeniosos como copy de revista (de los que estaba tan pero tan orgulloso). Asimismo, que seguía a demasiadas personas y urgía depurar mi lista de seguidos. Y además debía hacer uso de emoticons ¿Es broma? A mi edad. Y publicar más y divertirme. Soltarme. Y usar una app que me diga exactamente cuándo postear. Justo en ese momento me dí cuenta que lo publicado en redes sociales es ON THE RECORD y estaba a punto de firmar por sus servicios (con sangre) me percaté de mi adicción y me resistí. Pero no puedo más. #SOS Disclaimer: Estoy harto de la publicidad que no se anuncia como tal (hasta anuncios existen como el de JELPMEMEXICO), y de los fake likes por parte de cuentas privadas sin seguidores, como los que se venden y se anuncian en Instagram en DDMonter-Auto Likes. La página anuncia 100 auto likes por apenas $2.99 por semana y ofrece BECOME FAMOUS (sic) NOW. Es el colmo que alguien podría contratar auto like boy for Instagram, pero señas vemos, corazones no sabemos. Odio a los seguidores comprados a través de servicios como Social Envy que ofrece abiertamente como publicidad en Instagram; ¿quieres tener un ejército de seguidores reales y activos en Instagram? Y me encantaría saber cómo corregir y cómo bajar/ eliminar publicaciones #PorSiOcupa.

Come frutas y verduras. 

 

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