Ery Camara

Senegalés

Curador del Antiguo Colegio de San Ildefonso 37 años en México

¿Por qué cambiaste tu lugar de residencia?

Vine becado por el gobierno mexicano para estudiar una carrera de restaurador de obras de arte, con duración de cinco años.

Primero cursé ésta y tardaron prácticamente 10 años en entregarme mi título. Mientras tanto hice una maestría en museología y eso me permitió reforzar mi propia formación, a raíz de eso me quedé.

¿Qué tan apegado sigues a la cultura de tu país?

La cultura de mi país no es estática, va renovándose. Ellos me ven y me creen tradicional. Y digo “vivo lejos del país y vengo con otra mentalidad”, pero por mi forma de vestir dicen “éste nunca ha cambiado”.

Y para mí es lo contrario, ellos han cambiado y yo también. Sigo usando el anango (vestimenta tradicional) porque cuando llegué a México me molestaba mucho que me confundieran con caribeño, haitiano, o si les hablaba en inglés me decían norteamericano. No nos vestimos igual ni tenemos las mismas tradiciones.

¿Qué extrañas más?

La comida. Es un país costero que come mucho pescado, y éste tiene todas las recetas que te puedas imaginar. Recuerdo los paisajes, la gente, sus costumbres y sus colores, son muy vivos.

¿Te sientes ya mexicano?

Sí, porque me formé en el campo de la cultura mexicana. Estudié restauración de obras prehispánicas en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía. Después me introduje a lo colonial, y luego a la cultura popular.

Generé iniciativas en la enseñanza del arte contemporáneo. A raíz de una colaboración con la Colección Jumex hicimos exposiciones con estudiantes en la Universidad Iberoamericana (donde dio clases). Y luego a estos mismos estudiantes los invité a que fueran asistentes en algunos proyectos.

Lo que te hace más orgulloso de ser también mexicano.

Por un lado, participar en la formación de nuevas generaciones en el campo de la cultura, sobre todo en los museos. Y por el otro ver cómo el desarrollo de ese sector en México está dando frutos de una manera que no se podía imaginar antes.

Costumbre en que mezcles tradiciones.

Sería algo a nivel inconsciente, que te vas dando cuenta que las cosas pueden combinarse, o tener otra interpretación.